Sudán, ubicado en el noreste de África, es un país con abundantes recursos naturales: oro, petróleo y una de las mayores reservas de agua potable del planeta. Su posición estratégica, entre el mundo árabe y el África subsahariana, lo convirtió históricamente en un cruce de culturas, comercio y también conflictos.
Desde su independencia del Reino Unido en 1956, Sudán ha vivido tensiones internas entre el norte árabe y el sur africano, que desembocaron en una guerra civil prolongada y, finalmente, en la separación del país en Sudán, y Sudán del Sur en 2011.
La geopolítica ha influido en la relación de Sudán con sus países vecinos, afectando la estabilidad regional, especialmente en temas de fronteras y seguridad, entre ellos:
- Control de recursos naturales.
- Competencia por el control de rutas comerciales y acceso a los puertos.
- Disputas por recursos hídricos y fronteras.
- Tensiones étnicas y políticas.
- Intervención de actores externos.
Desde 2003, Sudán ha sido escenario de conflictos armados que han dejado miles de muertos y millones de desplazados. Pero desde abril de 2023, la crisis alcanzó niveles alarmantes. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre abril y diciembre de ese año, 9,4 millones de personas fueron desplazadas forzosamente; siendo que hoy la cifra supera los 12 millones. Esto significa que uno de cada cinco sudaneses ha perdido su hogar, tratándose del mayor desplazamiento interno jamás registrado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
El origen del conflicto interno actual se debe al enfrentamiento de dos grupos: el Ejército del Estado y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), un grupo paramilitar. Lo que debía ser una transición democrática se convirtió en una guerra civil, tras el fracaso de los acuerdos para reformar las fuerzas de seguridad, e integrar a las FAR en el ejército nacional.
A continuación, se indican algunos datos que surgen de informes de Naciones Unidas para entender la gravedad de la situación actual:
- Altas tasas de desnutrición infantil y baja inmunización.
- Ataques étnicos contra civiles: asesinato masivo de miles de personas de la minoría Masalit, obligadas a huir a Chad.
- Bloqueo de la entrega de asistencia humanitaria: falta de acceso a: agua, alimentos y medicamentos.
- Bombardeos permanentes y destrucción de infraestructuras en las zonas afectadas por el conflicto: el 70 % de los hospitales no funcionan, mientras el país enfrenta brotes de enfermedades como el sarampión, la malaria y el cólera. Esta última enfermedad registra 50.000 casos confirmados, y más de 1100 muertes.
- Violaciones a los derechos humanos: uso sistemático de la violencia sexual contra mujeres y niñas como arma de guerra, especialmente en las zonas de Darfur y Jartum.
- Pérdida de acceso a la educación: más de 17 millones de niñas y niños están fuera del sistema educativo, lo que representa una herida profunda y aumenta el ciclo de pobreza, violencia y desplazamiento de las próximas generaciones.
- Casi 24,8 millones de personas dependen de ayuda humanitaria, mientras más de la mitad de la población (25,6 millones) sufre niveles críticos de hambruna, siendo que dos de cada tres sudaneses necesitan ayudan humanitaria urgente para sobrevivir.
La situación del país se ha visto agravada en las últimas semanas desde que las FAR tomaron a fines de octubre Al Fasher, última ciudad importante en la región de Darfur controlada por las tropas gubernamentales.
Sudán enfrenta hoy la mayor emergencia humanitaria del mundo, una tragedia que no puede seguir siendo ignorada: se trata de vidas humanas.
La comunidad internacional debe trabajar unida para detener la violencia, garantizar justicia, y poner fin al sufrimiento de millones de personas. Que haya paz en cada rincón del mundo.