LA MIRADA DE ULISAS no puede ni debe quedar ausente de los decires ni de los sentimientos de las personas que se aterran de las consecuencias de la guerra Gaza-Israel; a todas luces un dolor de cabeza para la Humanidad. Una vez sucedido la barbarie del 7 de octubre en aquella sangrienta noche, que nos puso a pensar sobre el alcance de la maldad, la solidaridad mundial con La Tierra Prometida fue evidente, plural y manifiesta. Por supuesto, menos en aquellos gobiernos que manejan el apoyo al terrorismo internacional. Pero a medida que Israel empezó a defenderse sin ánimo de venganza, sino de hacerle justicia a las víctimas de tantas atrocidades la opinión pública en general se le vino encima. ¡Ni siquiera de ladito!, como si la defensa no fuese un derecho evidente.
Se dice, se escribe y se proclama que la respuesta de Israel ha sido desmesurada. Y ¿acaso se han puesto a pensar lo que ha significado para esa nación milagrosa, que ha hecho del desierto un oasis, el desangramiento y los abusos cometidos en su contra. ¿Por qué no pasaron inadvertidos recién sucedidos? y luego se les quiere mermar la intensidad cuando aún permanecen 234 víctimas de un atroz secuestro, entre ellos bebés, infantes, mujeres y ancianos que de la guerra saben poco o nada. Población civil que debe permanecer intocable. De esos derechos y deberes poco saben los de Hamás que ponen a su población civil de carnadas humanas para aumentar la propaganda contra Israel, en vez de protegerla y meterla en los túneles que han sabido construir como bases militares, pero no como refugios para sus habitantes. Es claro que existe una intención de sacrificar a su gente por una causa que no podemos comprender ni perdonar los seres pensantes y con tendencia a la democracia, donde el derecho a la vida se impone y el pueblo habla y pregona lo que su alma encierra. En Gaza esa población civil debe guardar silencio y odiar a la civilización que no se parezca a la suya. Son las verdades que saltan a la vista y el mundo calla. Sabe que los terroristas le disparan a su propia gente cuando los soldados israelíes intentan llevarla a lugares seguros, como lo suelen hacer para evitar más muertes de civiles. En la sangre judía no corre por las venas asesinar a nadie, a menos que sea en legítima protección de la propia vida y de su estado. Un país ganado a pulso que se ha convertido en potencia mundial gracias a sus avances y entregas a la Humanidad. La transpiración y las lágrimas de un pueblo que se sabe llamado a servir al prójimo, como lema y propósito de vida al dedicarse al progreso. Lo que no ha hecho Hamás con su territorio, que bien hubiese podido ser un paraíso turístico y con la ayuda de Israel como su aliado, una vez devuelto para crear su independencia. La Tierra Santa ha logrado pactos con varios de sus vecinos al crear alianzas o acuerdos de paz como con Egipto, Jordania, Marruecos, los Emiratos Árabes, y ya en francas negociaciones con Arabia Saudita, al adelantar cada vez más convenios para la sana convivencia entre los habitantes de la región. ¡Acaso nos hemos puesto a pensar! que definitivamente lo que Israel pretende es una defensa a su existencia, ya que el enunciado de Hamás es exterminar a todo judío en nombre de Alá, un dios que sabe de muertes y de la vida ha hecho leyes que poco comulgan con las reglas occidentales, donde la libertad, la fraternidad y la igualdad han fraguado su nido. ¿De qué nos quejamos cuando un supuesto pequeño ataca al gigante? El gigante por ser grande y poderoso se debe dejar amedrentar por el “pequeño” y supuestamente indefenso, que sabe aprovechar cada oportunidad, como las ayudas internacionales para armarse cada vez más y dejar a su población en la miseria, mientras sus gobernantes gozan de altos privilegios y prodigiosas sumas de dinero que los convierten en magnates. Lejos de llegar a buen destino las ayudas internacionales. Lo que debería tener como destinación final: el bienestar de los ciudadanos de Gaza. En cambio, sirven para incitar al odio y armar a Hamás hasta los dientes al construir túneles debajo de hospitales, escuelas y residencias para evitar que la buena moral los contraataque. Es una hipocresía todo lo que se explica. Primero porque si fueran ellos, los que ponen quejas y escriben textos condenatorios, los atacados seguramente responderían con toda su fuerza y sin mesura. Segundo porque los mismos que defienden las políticas de Hamás con sus agresiones serían los primeros en desaprobar el estilo de vida que imponen desde sus juicios de valores contrarios a los que ellos encabezan: los derechos de la mujer o las leyes que protegen las diferencias.
Me pregunto ¿adonde se ha ido el buen sentido de las personas al no entender que esto no es un conflicto de territorios como lo quieren reconocer sino, y lamentablemente, una guerra de civilizaciones, donde los terroristas siembran el horror, la tragedia y la humillación de un pueblo que no tiene derecho al voto ni a la voz de conciencia.
Las guerras nunca han sido buenas, traen sus inmensos dolores, pero quienes las empiezan conocen sus consecuencias. ¿Y por qué lo hacen? es la gran pregunta y el motivo de análisis.