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Los toros embolados a fuego

La fiesta del toro embolado entra en una de las suertes más antiguas de la extensa y variedad cultural de la Tauromaquia española.

El nombre alude al uso del “yuguete” o “yugo” en la emboladura a fuego en los toros, del que es sujetado o amarrado en los cuernos del animal, sin sufrir daño de ninguna clase.

El “yuguete” como indica su propio nombre, es un pequeño yugo hecho de hierro de una sola pieza, del que salen lateralmente y muy semejante a dos astas, denominadas “las gemellas”, en las cuales se insertan unas bolas de fuego. Esas “gemellas” o “herrajes”, como también se llaman, se colocan sobre la cerviz del toro y se fijan con una abrazadera que se ajustan a la base del cuerno. El “yuguete” es un aparejo del que se puede decir que es de los más antiguos de estos tipos de herrajes.

Los citados artilugios son dos barras de hierro acodadas, que van paralelamente sujetas cada una a un cuerno a través de una mordaza, sin tener roce alguno. Resumiendo, las bolas de fuego no van colocados en los cuernos, sino en estos aparatos fijos lo suficientemente distantes y sobresaliendo por encima de dichos cuernos, evitando quemaduras. Pueden ser de dos tipos, llamados: “herraje” o “yuguete”.

Los toros embolados a fuego constituyen una tradición muy arraigada en varias regiones de España, sobre todo en la de Aragón, denominándose “El Toro de Ronda”. También por las comunidades valencianas y catalanas, lugares donde reciben el nombre de “Bou Embolat”.

Principalmente esta tradición la celebran por las noches, su esencia, consiste en correr o sortear las embestidas del toro que lleva por encima de sus astas esas bolas o antorchas en llamas, dando espectacularidad y tremendismo en la oscuridad, ante un público que aclama y admira sus costumbres, sobre todo en sus fiestas patronales.

Tales bolas o antorchas están hechas de cáñamo o algodón prensado e impregnado de material inflamable. Pero nunca se le hará sufrir al animal, como ya queda explicado antes, el fuego es portado en los “yuguetes” fabricados al efecto.

Los orígenes de esta tradición son muy antiquísimos. Algunos historiadores confirman que surgió para conmemorar la batalla de Helice, hoy Elche (Alicante), ocurría en el año 228 a. c. entre iberos y cartagineses. El jefe ibero Orisson, viendo la clara inferioridad de su ejército frente al del cartaginés Amílcar Barca, ideó colocar haces de paja ardiendo en los cuernos de bueyes destinados a tirar de los carros y arados de labranza para lanzarlos contra el enemigo. Los animales enfurecidos por las quemaduras arremetían contra los poderosos cartagineses que, pese a su superioridad numérica, fue derrotado por los iberos.

En la actualidad también existen otros lugares donde se corren toros embolados a fuego, cabe destacar en Medinaceli (Soria) y en Mora de Rubielos (Teruel). En estas localidades aparecieron documentos escritos que distan desde el siglo XVI, municipios que conservan una gran afición como pasión, incluso se hacen concursos, los cuales se llevan a cabo con esmero y minucioso trabajo para su preparación. Un trabajo muy ritualista hasta que se pone en marcha en un tiempo récord, todo un acontecimiento, además es una actividad creativa durante su colocación y fijación, debido a la fiereza e inquietud del toro, al que hay que amarrarlo previamente.