Ahora varias personas se colocan el mote de “historiador”, como si hubiesen realizado estudios académicos sobre la materia o publicado una obra sustancial en esa disciplina
En las redes sociales nos quedamos sumamente sorprendidos de una gran cantidad de personas que hacen podcasts, que asisten a programas de panel y -¡Menuda osadía!- realizan “supuestas conferencias magistrales” confiriéndose el título de historiadores.
Un historiador es un individuo que ha realizado estudios académicos sobre la historia o sus investigaciones lo han llevado a realizar diversas obras debidamente sustentadas en fuentes primarias y secundarias, como documentos y hallazgos, objetos arqueológicos, libros y estudios, que son el sostén y prueba de las declaraciones que realiza.
Un elemento determinante para el ejercicio de este oficio es “tener como principio la objetividad al narrar los acontecimientos y siempre estar sustentado en fuentes documentales y testimoniales fidedignas”.
En un artículo anterior expresaba que: “existen tres elementos indispensables para el estudio de la historia: los hechos del pasado, las fuentes y la verdad. El historiador en sus investigaciones tiene que interpretar documentos o fuentes y auxiliarse de técnicas que le permitan ofrecer explicaciones, lo más claras posibles, sobre los sucesos del pasado, imprimiendo su propia perspectiva, pero manteniendo la verdad sobre un hecho determinado”.
Lo más grave es que en muchas ocasiones esos individuos inventan historias que solo están en sus mentes y que carecen absolutamente de fundamento documental. A uno se le ocurrió, por ejemplo, que María de Toledo era bibliotecaria y fundó la primera biblioteca del Nuevo Mundo en Santo Domingo; a otro que: Anacaona fue pareja de Diego Colón; o que Juana Saltitopa bailaba “son” con los soldados cada vez que los asistía en medio de la guerra. Cosas insólitas.
El presidente dominicano Joaquín Balaguer tenía un gran sentido de la historia, y cada vez que le iban a proponer algún asunto fuera del ámbito normal, le decía a los personajes: que eso era “antihistórico”. Él cuidaba mucho y distinguía a quienes ejercían la profesión de historiador.
Cuando, los oficiales que, en la madrugada del 17 de mayo de 1978, desconociendo la voluntad popular, interrumpieron, manu militari, en la sede de la Junta Central Electoral dominicana, el conteo de los votos que favorecía a don Antonio Guzmán Fernández, candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, propusieron al presidente Balaguer un golpe de Estado, inmediatamente expresó su frase: “eso es antihistórico”.
Los jefes de Estado no se imaginan lo importante que es tener a historiadores que puedan ofrecerles sabias recomendaciones, ya que, además, de ellos dependerá la forma en que se conocerá su gestión de gobierno en la posteridad.
Cómo dice ese refrán popular toda persona debe tener como amigo: “un cura, un abogado y un médico“. A los gobernantes yo les agregaría “un historiador contemporáneo, serio y competente”.