Las sociedades no son estáticas y Europa se está transformando políticamente porque su sociedad está mutando rápidamente.
Algo está cambiando en Europa y los síntomas son evidentes. Los partidos políticos tradicionales, a derecha y a izquierda, van perdiendo fuerza, espacio y representación política, mientras que las fuerzas populistas, sobre todo de extrema derecha, avanzan en casi todos los países del continente y nada parece indicar que esta “marea” vaya a ser detenida fácilmente.
Las recientes éxitos electorales de los partidos de la extrema derecha en Hungría, Polonia, Alemania, Rumania, Italia, España, Portugal, Eslovaquia e incluso el Reino Unido, en donde en unas elecciones locales el partido Reform UK se situó por encima de conservadores y laboristas claramente, son un fenómeno absolutamente novedoso y me atrevería a decir casi que revolucionario, pues desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, los partidos socialdemócratas, liberales y conservadores dominaron la escena política continental y se alternaban en el poder sin que nadie les cuestionase su hegemonía.
Ahora las cosas son bien distintas y el escenario ha cambiado radicalmente. Los partidos socialistas o socialdemócratas sufren una grave crisis y están en clara recesión, habiendo desaparecido casi totalmente en Italia, Francia, Hungría, Polonia y otros países del Este de Europa, mientras que en Alemania han pasado a ser la tercera fuerza política tras la extrema derecha y en Portugal ha sucedido lo mismo en las últimas elecciones generales, quedando por detrás del partido ultra Chega.
En lo que respecta a la derecha clásica, en Francia sufre una grave crisis y su espacio ha sido paulatinamente ocupado por la extrema derecha -Agrupación Nacional- que lidera Marine Le Pen y en España Vox ha ido minando la sólida base que hasta ahora tenía el Partido Popular (PP). También en Alemania la extrema derecha le pisa los talones, que se dice vulgarmente, a la coalición demócrata cristiana -CDU/CSU- y, según los últimos sondeos, la Alternativa por Alemania (AFD) se sitúa a apenas dos-tres puntos porcentuales de la actual fuerza gobernante. Este mismo fenómeno, en donde la derecha ya no compite con los socialistas sino con la extrema derecha, se repite en Polonia, los Países Bajos y casi todos los países nórdicos.
¿Qué es lo que ha ocurrido? Los partidos tradicionales hace años que han perdido el polo a tierra y desconocen los problemas reales del pueblo llano. Tratan de tapar con un dedo el sol de la inmigración ilegal, que es uno de los problemas que más preocupan hoy a los ciudadanos de a pie, y que está ligado, por mucho que les pese a algunos, con la inseguridad reinante en muchas ciudades. A este rechazo a la inmigración ilegal, hay que añadir un segundo elemento: un claro rechazo a la globalización impuesta, tal como lo percibía el escritor Fernando Aramburu: ”El otro elemento que explica este auge populista es la reacción a la globalización. No soy especialista, pero sí un testigo de mi época. Hay un sector de la población que se está cuestionando su identidad, que no ve como una renovación de su identidad el hecho de que se derriben fronteras y nos fundamos con otras naciones. Entonces hay un movimiento de reacción para centrarse en lo que se considera genuino o puro”.
El voto joven gira hacia la extrema derecha
Finalmente, a este cuadro en que se entremezclan el rechazo a la inmigración ilegal y cierto desasosiego ante el avance la globalización, hay que añadir que los jóvenes ya no votan a los partidos tradicionales, sino a las formaciones de corte populista, bien de extrema derecha o de extrema izquierda, como ocurrió en las últimas elecciones generales en Alemania y en Portugal y con Vox en España en casi todas las citas electorales.
Varios estudios publicados en Alemania señalan que entre los 18 y 25 años el 21% de ese tramo vota por AfD, solamente superados en un punto porcentual por la extrema izquierda, y entre los 25 y 34 este partido político se eleva hasta el 24%, donde ya lidera, y vuelve a subir hasta el 26& entre los 35 y los 44, dejando muy atrás a los partidos tradicionales.
El mismo fenómeno se da en España con Vox, en donde casi el 30% de la población masculina entre los 18 y los 35 años vota por esta formación, mientras el PSOE en ese tramo apenas alcanza el 12%. Vox también se mantiene en primera posición en el siguiente tramo de edad, hasta los 45, frente al PP y el PSOE. También en Italia y Francia se observa algo parecido en el voto joven Si la foto del futuro que viene son los jóvenes pueden imaginarse fácilmente el escenario político que le espera al continente.