Comprar la voluntad de jubilados, subiendo sus pensiones muy por encima de subidas anteriores es una más de las astutas estrategias del negocio del PSOE, que en consustancia resulta más manejable cuando los jubilados reciben un incremento de ingresos por encima de lo habitual. Los políticos de izquierdas, saben que durante la tercera edad, la única ilusión que les queda para planes económicos o ayuda familiar es la bendita paga. Cincuenta euros de incremento mensual, ya resulta una gran noticia, así que, subirles más de un 27% equivalente a 321€ mensuales en poco más de 5 años, podemos imaginar lo que representa psicológica y prácticamente hasta para los acostumbrados a ganar más dinero durante su vida laboral.
Saben los orgullosos de ser zurdos, que para este colectivo, su ambición es la paga mensual, los viajes de Imserso, el Voltaren en el baño y la propina a los nietos, por lo que aprovechando su vulnerabilidad considerando cautivos al 40%.
Los jubilados reciben la dádiva mensual, con la misma alegría y agradecimiento que los infantes sus regalos de reyes o cumpleaños. A partir de ese momento, el concepto dudoso y la opinión negativa hacia el dador, se convierte en virtud positiva. La dádiva no se interpreta como estrategia de dominio, sino, como una donación de justicia con aquellos que dieron su vida trabajando para mantener las pensiones, y en un acto de compensación moral y social (que yo comparto considerando que debería ser más del doble) el cedente se reconvierte en admirado de jubilados, inmigrantes, marginados, okupas, vagos y maleantes, como baluarte inexorable contra sus detractores. Es una inteligente estrategia que los del PP sólo lo pensaron para sus bolsillos.
Lo mismo sucede con los grupos políticos que forman la representación de las Comunidades. Recibir dinero o prestaciones del gobierno a cambio de sus votos, supone un éxito para aquellos diputados que después se lo venden a su electorado en forma de éxito para volver a ser elegidos.
Todo un aparente cohecho delictivo amparado por la ley de los políticos para poder comprar voluntades sin que puedan ser enjuiciados como tal. Un acto de corrupción, digamos relativo, que aflora la indecencia política de una democracia manipulada, que nos descubre un sistema semejante al bolivariano, más cerca de la dictadura de unos pocos que de la justicia de muchos.
Para la inmensa mayoría ciudadana, supone la "sumisión aprendida" donde confiando en el Órgano supremo del pueblo, hemos caído en la oligarquía de 179 personajes indecentes que dicen disponer de la representación de todos los votantes.
Mientras la vida transcurre, hoy día, asumimos con impotencia cómo el presidente de nuestro país, haciendo alarde de su poder, se asocia con separatistas y delincuentes que, como él, ante el jefe del Estado prometieron cumplir y hacer cumplir la Constitución, en un acto solemne de compromiso Nacional.
Hacer cumplir la Constitución, supone que quienes así han expuesto el requisito formal en un acto establecido sólo para ese fin ante el Monarca de España; si no lo hicieran, habrán cometido un presunto delito que evidentemente nadie les va a reclamar, y menos una oposición, cómoda en Génova que teme gobernar a sabiendas que ganar las elecciones podría llevarnos a otra guerra. Feijoo prefiere esperar la República Gallega.