Un personaje histórico del socialismo español, sarcástico, incontinente verbal y muy polémico en el preludio de nuestra democracia, pero atemperado, calculador y crítico constitucionalista en el ocaso de su vida parlamentaria, vaticinó en su día literalmente que “a España no la va a reconocer ni la madre que la parió”. ¡Y así ha sido! Ahora, tras dilatados períodos legislativos, nuestra nación queda lejos de ser tan próspera como algunos apuntaron, pues más bien está gravemente herida. Aquel político socialista de sonrisa intrigante y algo despiadada, es Alfonso Guerra. El ideario político, programático, proyectista, regenerador, libertino y estratégico de la izquierda española no destaca por crear empleo, apoyar a las empresas, rebajar la presión fiscal, reducir el déficit y la deuda pública, apoyar la maternidad, promover la libertad educativa o por defender, entre otras cosas, la idiosincrasia, la soberanía y las fronteras de un pueblo español con gran bagaje. Los seguidores de la libertad monopolizada saben malgastar muy bien lo que no es suyo, así como distribuir con arbitrariedades el erario recaudado con el sudor de los contribuyentes. Desde hace años en España se está repartiendo mucha miseria y, a tal efecto, creando pobreza, desolación y hambre. Lo propio de la izquierda es echar la culpa a la coyuntura europea o mundial, a los tiempos de crisis general -algunas creadas por ellos mismos-, o a la mala gestión de gobiernos anteriores. Lo suyo es que pase el tiempo mientras hacen fortuna y amasan provecho de las partidas presupuestarias, provecho que nunca les va a faltar. Son hábiles en apretar el cinturón al ciudadano pero no a sus aburguesadas señorías. La falta de escrúpulos, de ética política y de responsabilidad institucional de la izquierda ha hundido a España en un profundo cenagal del cual va a ser difícil salir... Continuará...
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