Prisma Internacional

La cada vez más firme alianza entre Trump y Putin suscita temores en Europa

Desde la llegada del presidente Donald Trump a la Casa Blanca han cambiado muchas cosas en la escena internacional. Estados Unidos ha pasado de apoyar de una forma rotunda y clara a Ucrania, armándola para resistir la agresión rusa y dotándola de fondos económicos para resistir la larga guerra, a contemporizar con las posiciones del presidente ruso, Vladimir Putin, con respecto a la salida del conflicto. Trump ya ha aceptado como inevitables las exigencias de Moscú en el sentido de que Ucrania tendrá que ceder territorios -aproximadamente el 20% del país ocupado-, aceptar que nunca podrá integrarse en la OTAN y, concomitantemente, aceptar el hecho de dar por perdida para siempre a la arrebatada península de Crimea, allá por el año 2014, por los rusos. Eso, junto con otras exigencias humillantes, como tener que reducir su ejército y aceptar una paz sin justicia en que los criminales de guerra rusos nunca serán juzgados, es parte de la paz trumpista para Ucrania. 

Todo ello lo ha aceptado Trump sin apenas negociar con Rusia ni contar en sus planes de paz para Ucrania ni a este país ni a la Unión Europea (UE), a la que desprecia abiertamente y casi se diría que pretende destruir. Si en algo coinciden abiertamente y de forma nítida los presidentes Trump y Putin es en su abierta actitud de desdén y desaire hacia los líderes europeos de la UE, que ya no cuentan en su “diseño” final para garantizar la paz, la seguridad y la estabilidad de Europa. El vínculo transatlántico, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial garantizaba a través de la alianza entre América del Norte y la vieja Europa en la OTAN la seguridad en el mundo occidental y la defensa mutua en caso de un ataque a un socio de la Alianza Atlántica a través del artículo V del Tratado de Washington, ha saltado por los aires con Trump y ya carece de validez. Ahora todo es posible, hasta un ataque ruso a la vieja Europa. 

Son muchos países en Europa los que ya expresan su preocupación por estos cambios en los viejos paradigmas que hasta ahora sustentaban con bases sólidas el orden internacional imperante hasta ahora, como los vecinos de Rusia, entre los que se encuentran Finlandia, Polonia, Lituania, Letonia y Estonia, siempre en el punto de mira de Moscú y sumidos desde hace años en la guerra híbrida de Putin contra Europa. Todos estos países se preparan ya abiertamente para la contingencia de una guerra contra Rusia, porque constituyen la punta de lanza, o el escudo protector de la OTAN, dada su posición geográfica, en caso de que la amenaza rusa se concrete en forma de ataque militar. 

Los grupos patrióticos de Trump 

La visión americana de las relaciones internacionales y el nuevo orden mundial ha quedado bien retratada en su nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Trump, en la que se admite sin ambages de duda de que los Estados Unidos y Europa “ya no comparten la misma visión del orden internacional” y que Washington debe “ayudar a Europa a corregir su trayectoria actual”, interfiriendo en la vida política de los países de la UE ayudando a los partidos “patrióticos”, o sea de extrema derecha antieuropeístas, a destruir las estructuras mismas comunitarias desde dentro. 

Estos grupos “patrióticos, como el del presidente de Gobierno de Hungría, Viktor Orbán, el del primer ministro eslovaco, Robert Fico, y el de Vox en España, liderado por Santiago Abascal, constituyen parte de la quinta columna de Moscú en Europa y comparten la visión y los planteamientos de Trump con respecto a la guerra de Ucrania, la necesaria rehabilitación de Moscú sin contraprestaciones ni pagar por los crímenes de guerra cometidos en territorio ucraniano y una UE sin ningún peso en la escena internacional y subordinada a los grandes poderes, como los mismos Estados Unidos, Rusia y China. 

No en vano, y como muestra un botón, Moscú ha recibido con gran satisfacción las propuestas de Trump, que ya no concibe las reglas que regían hasta ahora en el sentido de un sistema multilateral en un orden internacional basado en reglas y principios sujetos al derecho internacional, sino en un mundo ceñido a acuerdos entre grandes potencias, tal como trata de solucionar la guerra de Ucrania solamente dialogando con Moscú, y sin interferencias externas, como pudiera ser la de UE, a la que pretende marginar y dejar fuera del gran juego. 

El presidente del Consejo de Europa, Antonio Costa, al referirse a este documento de la Estrategia de Seguridad Nacional norteamericana, criticaba abiertamente que Washington priorice la “estabilidad” de las relaciones con Rusia y de haber dejado claro que “el objetivo en esta estrategia no es nunca una paz, una paz justa y duradera. Es solamente el cese de las confrontaciones”. Para, a renglón seguido agregar, “Después de 2022, creo que nadie puede ignorar que no podemos tener una relación estable con Rusia mientras Rusia siga siendo una amenaza para nuestra seguridad”. Está claro, a tenor de estas declaraciones, que las diferencias entre Estados Unidos y Europa con respecto a la amenaza que significa Rusia son notorias, aunque, teóricamente, sigamos siendo “aliados”. Está por ver todavía qué tipo de “aliados” somos y, si llegado el caso de un ataque ruso, los Estados Unidos se pondrían de parte del atacado o del atacante. Qué gran misterio.