LA MIRADA DE ULISAS hace contados días cumplió con un sueño: visitar la Casa Museo de Ana Frank, ubicada en el canal Prinsebgracht en el barrio Jordaan, próximo al centro histórico de la capital holandesa. Ana Frank vio la luz el 12 de junio de 1929 en Frankfort del Meno, alemana de nacimiento y nacionalizada neerlandesa cuando sus padres huyeron de la Alemania nazi para establecerse en Ámsterdam, donde vivieron la tragedia de la reclusión. En la “Casa de atrás” fue el escondite donde Ana, quien contemplaba la idea de ser periodista o escritora ya temprana edad, quiso plasmar sus experiencias en su diario personal. Había escuchado que se debía dejar un registro de lo vivido durante la II Guerra Mundial, ni corta ni perezosa se dio a la tarea de escribir sus vivencias en un diario; regalo que recibió poco antes de su aislamiento. Vertió en él sus lágrimas tanto de tristeza como de alegría. Nada se les escapó a esas páginas escritas con devoción y con la realidad vivida por una niña judía en su cotidiana reclusión, bajo el perfil de una niña -mujer brillante, convertida en faro para la Humanidad desde su inquebrantable resiliencia. Su historia se sitúa durante los penosos años de una guerra mundial cargada de un antisemitismo a ultranza, que llevó a la muerte a seis millones de judíos, sus semejantes, en cámaras de gas o en prisiones de alta seguridad, destinadas al exterminio de los hijos de Abraham. Su diario narró el día a día de sus angustias, dolores, pensamientos, frustraciones y tantos sentimientos acumulados durante su clausura obligada. Una adolescente con la mirada esperanzadora, pletórica de los deseos de un mundo justo, más vivible y lleno de tolerancia y respeto hacia el prójimo.
La Mirada de Ulisas sabe por experiencia propia, que los jóvenes que leyeron su diario se sintieron identificados con aquellos problemáticos momentos de encierro, con las horas de angustia drenadas por su alma inquieta. Pudieron observar en cada frase grandes momentos de lucidez bajo las consideraciones que su mente ágil hizo sobre el mundo, traducidos en la palabra sabia de una niña anticipada a su edad. "El Diario de Ana Frank", un libro que mantiene a los lectores en vilo y trasciende fronteras además de edades en la lectura de su texto. Sigue siendo una joya. Se impone como un libro obligado tal como: “El Principito”. Textos e historias a la merced de cualquier mente ávida de conocimiento y en todo tiempo. Un libro de cabecera al cual se vuelve una y otra vez para absorber cada idea que aquella niña, llamada Ana Frank, plasmó. Tal vez, sin ni siquiera sospecharlo, nos dejó un legado con su majestuoso diario íntimo y sus letras esculpidas con pasión. De seguro, la pequeña jamás pensó que llegaría a volverse tan famosa y que haría derramar tantas lágrimas. Hubiera sido la primera sorprendida al ver el resultado, que mundialmente ha causado y el alcance obtenido en varios idiomas y países. Ella, de manera casi inocente, deseaba trasvasar sus emociones, sus dramáticas vivencias, sus pensamientos, sin otra pretensión sino la de sanar sus propios dolores y ocupar su forzoso retiro de manera más inteligente. Su madurez y sensibilidad de gran alcance la proyectaron como una jovencita demasiado especial, dispuesta a exorcizar sus sentimientos por medio de las letras; una forma y firma que permitieron la fama internacional del contenido de su diario.
La mirada de Ulisas conoce el poder terapéutico que tiene la pluma, el pincel, el cincel o cualquier herramienta que se preste a hacer arte. Es la forma de darle un nuevo espacio a lo sentido. Es lograr transformar una descarga energética que se sublimiza gracias a una creación diversa. Responde al talento que acoge en su seno el artista, bien sea pintor, escritor, escultor o cualquier persona que halle la manera de expresarse en una dimensión llamada Arte. Corresponde a la gran gimnasia del espíritu, el corazón y el alma fundidos en la obra. Resultó el caso de Ana Frank, quien realizó el ejercicio de la escritura ante su desesperación y como manera de darle sentido a sus días de angustia con las reflexiones correspondientes. Tomó como arma el análisis de una ardua situación para mostrarse al desnudo: una profunda introspección de sí misma. Dibujó su mundo interior por medio de la escritura. De alta creatividad buscó el recurso del vocablo escrito para ingeniarse el modo de sobrevivir a una guerra atroz. Esas guerras que causan tanta destrucción y que se repiten debido al ego de numerosos dirigentes, que le tienen alergia a la paz.
El célebre diario conoció la fama gracias al padre de Ana, quien milagrosamente se salvó de morir y rescató el texto de su hija. Una suerte que no conocieron los demás miembros de la familia. Las dos hermanas Frank hallaron la muerte justo antes de la liberación en el campo de Bergen- Belsen, donde fueron confinadas para ejercer trabajos forzados. Ambas contrajeron el tifus y fueron víctimas de las pésimas condiciones en que vivieron sus últimas horas. El rescatado padre del tal infierno descubrió las intimidades de su hija en el diario que ha servido de ejemplo para ilustrar un periodo de la Historia que avergüenza a más de un ciudadano cabal cuando lee: “Un día esta terrible guerra terminará. Llegará el momento que volveremos a ser personas y no sólo judíos”, frase versada en el Diario de Ana. Y otras muchas que nos dejan ver la claridad mental de una adolescente, que padeció una guerra cruel.
La Mirada de Ulisas pensó que nunca más el mundo volvería a caer en el juego sucio de las guerras ni del antisemitismo. Cuán equivocada estaba al concebir un mundo de paz. Las batallas vuelven como si fueran necesarias cuando en realidad son condenables y abominables. Es lo que vivimos en estos momentos cuando la Humanidad queda desvalida ante las brutalidades que se ven en la actualidad, sin tomar en cuenta las denuncias de una criatura como fue Ana Frank, experta en describir los horrores de una guerra. La adolescente llena de vida y de ilusiones sólo quería recalcar que: “Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro, y que, pase lo que pase, volverás a ser feliz”. Es la gran enseñanza que nos ilustra su decir: VOLVER A SER FELICES, lema que se esconde bajo toda guerra. Espantos que jamás debieron regresar a nuestras miradas al intentar huir de los destrozos, de los desgarros emocionales y permitir que la esperanza renazca en cada persona como una espiga de bondad, que no debe morir ni aún en los enfrentamientos más feroces.
Ana Frank con su iluminada palabra está más presente que nunca en estos momentos cuando la furia de las guerras anuncia su rugir salvaje. Sus mensajes toman vigencia. En la mirada de Ulisas reverdece su recuerdo y la sabiduría de una voz que no merece olvido.