No todos los cristianos, conocen la parte más triste de la trayectoria y destino de los profetas del AT, y del NT. Por eso, sólo una pincelada histórica que resume el final de aquellos hombres de Dios que dieron su vida por mantener su Fe y su esperanza.
Según Génesis 5.22-24, Enoc era un hombre justo, «caminó con Yahvé», vivió 365 años, y desapareció, porque Yahve se lo llevó sin que muriera.
El profeta Elías entró al cielo con vida "por fuego", "en un torbellino", llevado en un carro de fuego.
El Profeta Eliseo, uno de los profetas más ungidos de Dios, murió enfermo. Durante su vida, Eliseo resucitó a un muerto sin decir una palabra. Simplemente se acostó sobre el cadáver dos veces y el muerto se levantó. Después de su muerte, sus huesos secos resucitaron a un hombre muerto. Sin embargo, a pesar de toda su unción, murió muy enfermo.
Ezequiel, Murió en Babilonia 569 a. C., por el sufrimiento de reprochar a su pueblo la idolatría. Su nombre significa «Dios es mi fortaleza».

A Zacarias, padre de Juan el Bautista, primo de Jesús de Nazaret, le asesinaron dentro del Templo antes de llegar al Altar.

Isaías, profeta de Yahve, fue martirizado y asesinado aserrado, por el rey Manasés nada más subir al trono, en 695 a. C.

Al profeta Jeremías, le hundieron en el lodo, cuando bajándolo con cuerdas lo echaron en la cisterna de Malaquías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia, cuando en la cisterna no había agua, sino lodo, dejándole hundirse entre plegarias gritos y lamentos.

LOS APOSTOLES
La muerte más emblemática fue la de Judas Iscariote: después de enterarse de que Jesús había sido condenado a muerte, arrojó en el templo las monedas de plata que recibió por entregarlo y se ahorcó (Mateo 27:5).

Igualmente, sonada fue la muerte de San Andrés Apóstol, martirizado y crucificado en la ciudad de Patras, actual Grecia (mediados del s. I EC). La cruz en forma de aspa donde fue colocado aparece representada en la bandera de Escocia.

San Pedro (también llamado Simón Pedro) fue martirizado y crucificado cabeza abajo en Roma, durante el mandato del emperador Nerón (c. año 67 EC) sufriendo toda clase de vejaciones y golpes.

Tras la muerte de Jesús, San Simón el Cananeo habría ido con San Judas Tadeo a predicar el Evangelio a Egipto, Etiopía y más tarde a Persia. La tradición narra que allí, en torno al año 70, sufrió martirio –junto al Apóstol San Simón– en la ciudad de Suamir, siendo su cuerpo aserrado por la mitad.

San Judas Tadeo fue igualmente martirizado, siendo su cabeza aplastada con una maza y cortada con un hacha.

Santiago El Mayor fue condenado a muerte en Jerusalén (año 44 EC) por orden del emperador Herodes Agripa, siendo decapitado.

San Juan Apóstol murió por causas naturales a una avanzada edad en Éfeso, antigua ciudad griega ubicada en la actual Turquía (95–97 EC).
Santiago el Menor. En el año 62 el sanedrín lo condenó a muerte por lapidación. Murió cuando un batanero le asestó un garrotazo que le partió la cabeza. Su símbolo es el garrote, el bastón o la maza que usan los bataneros para suavizar las pieles.

San Felipe Nació en Betsaida de Galilea, y fue llamado primero por el nombre de «discípulo». Trabajó diligentemente en Asia Superior, y sufrió el martirio en Heliópolis, en Frigia. Fue azotado, echado en la cárcel, y después crucificado, en el 54 d.C.

Bartolomé, también conocido como Natanael, fue misionero en Asia. Él testificó en lo que hoy es Turquía y fue martirizado por su predicación en Armenia, donde fue martirizado, siendo desollado vivo y decapitado (Albanópolis, Armenia).

Santo Tomás Apóstol fue cruelmente martirizado en la India (año 72 EC), siendo su corazón atravesado por una espada.

San Mateo fue martirizado en Etiopía, siendo atravesado por una espada. Su profesión era recaudador de impuestos. Se dice y se duda que escribiese su evangelio en hebreo y ya muy anciano, traducido al griego por Jacobo el Menor. Los escenarios de sus labores fueron Partía y Etiopía, país en el que fue martirizado y muerto con una alabarda en la ciudad de Nadaba en el año 60 d.C.

San Matías, fue asesinado en el 80 d. C., y según los Hechos de los Apóstoles, fue elegido apóstol después de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret para sustituir a Judas Iscariote tras su traición a Jesús y su posterior suicidio.
San Matías, fue apedreado y luego le cortaron la cabeza.

Según la tradición, once de los doce apóstoles fueron martirizados hasta la muerte: Pedro, Andrés y Felipe murieron crucificados; Bartolomé también fue crucificado, pero antes, despellejado vivo; Santiago el Mayor y Tadeo lo hicieron al filo de la espada y Tomás y Mateo, alanceados; Santiago el Menor murió fruto de los golpes; Matías fue lapidado hasta quitarle la vida y luego decapitado, mientras que Simón fue cortado por la mitad. De todos ellos, Juan, parece que fue el único superviviente de los apóstoles que tuvo probablemente una muerte 'normal', sobre el año 100 en Éfeso.
Después de resucitado Jesús, se nos relata el cruel destino de los apóstoles, los cuales, permanecieron en Jerusalén hasta el día de pentecostés. Es decir, 50 días después de la Pascua, lo que marca el inicio de las actividades de la Iglesia y la predicación apostólica. A partir de ese día, tan sólo sabemos lo que han ido dejando los distintos escritos y algunos relatos de la Iglesia primitiva y otros en las leyendas históricas
Cabe resaltar sin otro ánimo que no sea el histórico, que según el evangelio de Mateo 18: 19-20: Además les digo que, si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
En Marcos, 11: 22-24,
Respondiendo Jesús, diciendo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
Es de suponer, que aquellos apóstoles martirizados y extenuados, recordando las palabras del Mesías, debieron pedir y suplicar mientras les asesinaban, esperando que se cumpliesen
La Iglesia, normalmente no entra en este juicio, porque evidentemente es un designio supremo que no nos toca juzgar, aunque si, sorprendernos y preguntar a quienes representando a Dios en la tierra deberían saber explicar.
Tomando el grado máximo del tormento de los profetas y apóstoles, cabe deducir la misma regla, al margen de los versículos esperanzadores de Mateo y Marcos, anunciados por Jesús, y entender la razón de por qué, las súplicas de los Papas, Obispos, sacerdotes y fieles ante pandemias, Tsunamis, terremotos, catástrofes, violaciones, crímenes, guerras y fenómenos naturales, no producen ningún efecto milagroso (.!.) Y sin otro sentimiento que no sea el de la humilde bondad y confianza en nosotros, sigamos oyendo nuestra conciencia para comportarnos como los dioses terrenales que somos.