Meses atrás, en la inmobiliaria donde desarrollo mi actividad, comenzamos a atender a un cliente propietario de un piso de diseño, para asesorarle y encargarnos de la venta de su casa. Se analizaron las variables para establecer una estrategia y precio de venta acorde a la vivienda, explicándole los beneficios de establecer un precio alineado con el mercado. El cliente accedió al precio recomendado, formalizando el encargo de venta y permitiéndonos trabajar su propiedad. El piso de diseño se ofreció a nuestra red de clientes, comenzando a tener reacciones positivas. En menos de una semana, al cliente se le ocurrió la brillantez de subir el precio en más de doscientos mil euros, quedando totalmente fuera de un precio atractivo para el mercado. Sin disimular nuestra sorpresa, luego de escuchar sus pretensiones y explicarle las consecuencias de tomar esa medida, no hizo caso: el precio se subió.
El precio por metro cuadrado era superior en comparación al resto de los pisos del sector. Cada vez que se le ofrecía a un cliente, estaba fuera de presupuesto y poco conveniente. Pedían ver las propiedades en precio.
Un día, se le presentó como opción el piso de diseño a un posible comprador que estaba realizando varias visitas con nosotros. El cliente indicó que esa propiedad la conocía, porque vivía en el mismo edificio. Agregó que conocía al propietario y que habló con él sobre la venta, donde le habría manifestado su conocimiento de lo cara que estaba su propiedad, pero que no pensaba bajarle el precio, por si alguien cae.
La historia continúa. Antes de navidades, el cliente nos pidió dejar de trabajar su piso porque no veía que le lleváramos potenciales compradores, en cambio él ya había recibido un par de ofertas, las que le llegarían en breve. No se le insistió más. Sabíamos qué estaba pasando y qué pasaría. De regreso de navidades, se le preguntó sobre las ofertas, las que no habían sido aceptadas (podemos intuir por qué). Hoy, la propiedad sigue a la venta y ha vuelto a subir de precio en más de doscientos mil euros. La trabajan varias inmobiliarias, está publicada a diversos precios en esa tierra de nadie que es Idealista, por lo que, sin ningún atisbo de duda, se quemará en breve.
Hay clientes sordos con la creencia de ser expertos. Estoy seguro de que culpará a las inmobiliarias por ser la razón de no vender su piso. Pero déjeme recordarle, señor, que no son las inmobiliarias las que fijamos los precios. Esa es una decisión suya, como propietario, quizá creyendo poder ganarle al mercado, pero olvidando que los compradores no son idiotas, y así como han visto su casa, también han visto la del vecino. Por su actuar, la casa de su vecino se ve conveniente.
Enhorabuena, señor, le acaba de vender el piso a su vecino.