En su libro La doctrina del shock (2007), la autora y activista canadiense Naomi Klein expuso la tesis escalofriante de lo que denominó ‘el capitalismo del desastre’, cuya premisa es el aprovechamiento de las catástrofes naturales y del caos sociopolítico para la implementación del capitalismo desaforado promovido por Milton Friedman y los economistas de la Escuela de Chicago, los cuales pusieron su teoría en práctica en los años 70 cuando Estados Unidos instauró una serie de dictaduras en Latinoamérica para mayor gloria de sus multinacionales. Esta política descaradamente depredadora, con su violación sistemática de la ley internacional, las libertades democráticas y los derechos humanos, puso de manifiesto la depravación moral de dicho sistema, pues lo que vale es la bolsa y no la vida. Desafortunadamente, esa mentalidad cínica y despiadada sigue informando la política exterior de EE. UU., que no ha reconocido oficialmente dichos atropellos ni renunciado a tales estrategias, sino todo lo contrario, pues su nuevo jefe de estado cree que esos abusos de poder y sus injusticias anunciadas son la vía asegurada de recobrar la grandeza nacional. Según los chinos, crisis es oportunidad. Y como tierra de la oportunidad, el destino socioeconómico, político y militar de los EUA encuentra su guía natural en el oportunismo y sus desastres.
Por consiguiente, no es de extrañar que Gaza, reducida a escombros por la política de tierra quemada israelí, se presente como una bonanza para los magnates como Trump y su séquito de oligarcas carroñeros. De ahí que insista en solucionar el conflicto exiliando a todos los supervivientes del genocidio presionando a Egipto, Jordania y otros países árabes colindantes a ofrecerles asilo permanente, negándoles el derecho al retorno, ocupando y anexionando la franja sin pagar un céntimo (porque es inhabitable y no vale nada), y proceder a su reconstrucción. Trump, dando rienda suelta a su hipérbole, declaró que convertiría a Gaza en la Riviera de Oriente Medio – supongo que con su casino y su McDonald 's emblemáticos. El hombre promulgó ese disparate en una rueda de prensa durante la visita de Netanyahu a la Casa Blanca. Después de su sorpresa inicial, el prófugo de Bibi acabó encomiando la propuesta, pues por muy descabellada que fuese a primera vista, no dejaba de ser un calco exacto de los designios macabros de Israel para ese territorio. Lo dijo sin inmutarse, sin el menor deje de ironía, sarcasmo o duda, sino con toda la autoridad, desparpajo y convicción de un psicópata cuya fantasía anacrónica de recrear el lejano Oeste implica la aceptación de la anomia, el saqueo y el exterminio del ‘otro’ como medios indispensables y legítimos. Todo lo cual concuerda perfectamente con el filisteísmo de Trump y sus secuaces.
Según mi ejemplar casero del DRAE, los filisteos eran los habitantes de una pequeña nación que antiguamente ocupaba la franja costera del Mediterráneo al norte de Egipto y que luchó contra los israelitas. (Vamos a ver, ¿la historia se repite o no se repite?) De hecho, ‘filisteos’ es la apelación que emplean los palestinos para referirse a sí mismos. En una segunda definición, el DRAE dice que ‘filisteo’ se usa peyorativamente para designar a una persona de espíritu vulgar, de escasos conocimientos y poca sensibilidad artística o literaria. Otras fuentes precisan que esa vulgaridad implica engreimiento, obsesión con la riqueza como signo de grandeza y la falta de valores éticos, estéticos y culturales. También significa, curiosamente, un hombre de mucha estatura y corpulencia, en particular uno que suele alimentarse a base de comida basura. Bueno, lo de la comida basura no está en el DRAE, pero debería estarlo porque encaja perfectamente con el retrato del Gran Filisteo y su manada de buitres sobrevolando la devastada necrópolis a la que han reducido a Gaza. El menú está servido. ¡Que les aproveche!