Una de las cosas más sorprendentes de la vida es la capacidad que tiene Dios para mover eso que llaman “Los hilos de la vida”.
El mundo, pero sobre todo Argentina, lloran la desaparición física de dos de sus ídolos, uno deportivo y otro que quizás sea el más grande Argentino de todos los tiempos. Jorge Bergoglio (1936) y Hugo Gatti (1944) rindieron casi al unísono su último aliento terrenal.
Bergoglio quiso ser futbolista de su San Lorenzo querido, mientras que Gatti sabía que iba a ser futbolista desde el día que nació.
Aunque cada uno en su cancha y circunstancias, los dos tuvieron que hacerle frente a situaciones que cambiaron la vida de muchas personas. Uno desde el arco y el otro desde el púlpito.
Gatti, el loco, le regaló a su gente la Copa Libertadores y la Intercontinental de 1977 con su Boca Juniors de toda la vida. Bergoglio también fue un campeón mundial, pero contra la injusticia y a favor de la inclusión.
En la cancha fueron rivales. Bergoglio, el sacerdote, tenía acceso a los camerinos del Ciclón, su San Lorenzo y justo antes de cada clásico contra el Boca de Gatti, les daba la bendición a los jugadores para que precisamente vulneraran al arco contrario, mientras el loco, a pesar de su sobrenombre, se encomendaba a Dios para dejar su arco en cero.
Bergoglio, quien hace doce años fue rebautizado como Francisco, se fue a Roma para jamás regresar a la Argentina. En los últimos años Gatti se fue a España a recibir el amor de una fanaticada que le había olvidado en Argentina.
En el Vaticano hoy comienzan nueve días de duelo, seguido del velatorio, con cobertura continua de todos los medios del mundo.
En Buenos Aires, una fila de gente viajó desde toda la nación a despedir a su ídolo deportivo. En Madrid el próximo 12 de Mayo se le otorgará un minuto de silencio nada más y nada menos que en el Estadio Santiago Bernabéu, el templo del fútbol que jamás le vio jugar, pero que lo ama como una leyenda merengue.
El Loco y el Papa podría ser el título de una comedia, pero en realidad cambiaron el rumbo de una nación en vida y en su partida a otro plano.
Si Bergoglio necesitaba escolta para ese viaje al reino, se buscó al más pintoresco de sus acompañantes, quizás van por el camino hablando de fútbol, que al final es igual que la vida misma.
Descansen en paz.