Dies irae

Fuerzas de interposición

La ministra de defensa, Margarita Robles, no da una a derechas desde que anduvo perdida en los días siguientes a la catástrofe valenciana, arrastrando los pies para ver cómo ayudaba a que Mazón se cociese en su propio jugo.

Ahora envía un contingente de soldados españoles al Líbano, para relevar a los que allí están, viviendo en búnkeres bajo tierra, para preservar sus vidas. Los allí presentes volverán a casa, tras un mes de vida de topos, para protegerse de las armas de los dos contendientes, el ejército regular israelí y la milicia chiita libanesa. Porque, como es público y notorio, Israel ha entrado en Líbano para liquidar a la milicia de Hezbolá, lo que conseguirá más pronto que tarde; con soldados de interposición de la ONU o sin soldados de interposición de la ONU.

 ¿Qué pintan unos cascos azules en un conflicto en el que no pueden mediar, ni se pide ni se desea su mediación? Israel desprecia a los cascos azules y tilda a la ONU de parte del conglomerado antisemita. Los chiitas pasan de la ONU y solo obedecen las órdenes de Teherán y los ayatolás. El marco referencial ha cambiado radicalmente pero ni la ONU ni Robles se han enterado. De una situación inestable se ha pasado a una guerra abierta, sin contar para nada con los cascos azules. “Nos quedamos por si vuelve la paz”, afirma la ministra ignara para justificar la permanencia de esos servidores públicos. Pues si vuelve la paz (que volverá cuando Hezbolá desaparezca) ¿para qué demonios hay que tener tropas de interposición?  Mientras se anden matando entre ellos,  si sales a poner paz  te matan a ti, adrede o de recuelo. Como aquel de Gila: “Estaba pegándome con uno y llegó otro a poner paz entre nosotros…¡cómo lo pusimos entre los dos!...”  

No es que las tropas de la ONU tengan tras de sí un pasado glorioso. En Ruanda andaban por allí mientras los hutus mataban a un millón de tutsis, y frente a los hutus, en efecto, hubieran podido hacer algo los soldados belgas y franceses. En Bosnia Herzegovina también vigilaban, esta vez holandeses, mientras Ratko Mladik perpetraba la matanza de Srebrenica. Vamos, que quienes quieren matar, matan, esté la ONU o no esté la ONU. ¡Ah, y en Ruanda el mismísimo Kofi Anan, ordenó a los cascos azules no interferir en los temas locales, solo sacar a los nacionales de otros países!

Así que lo que debería hacer España es traerse a ese contingente, no reemplazarlo. Porque ni pueden interponerse, ni pueden propiciar la paz, ni pueden evitar el odio que lleva a los guerrilleros de Hezbolá a querer eliminar a Israel, y a Israel a dar por cierto, que, si hay que desaparecer,  serán los milicianos los que desaparezcan.

La noticia del reemplazo me dejó boquiabierto. Cuando la medida que se esperaba es que España retirase a sus cascos azules de tan endiablado territorio, los trajese a casa y les evitase una experiencia tan peligrosa como inútil, llega la desnortada y decide mantenerlos. Eso sí, encerrados en sus bases, metidos en el búnker y oyendo silbar los proyectiles sobre sus cabezas…en el mejor de los casos.

¡Cuánto mejor estarían en Valencia, ayudando a los damnificados! Serían útiles, no se jugarían sus vidas y darían un sentido a su abnegado trabajo.