Tiendo a acumular libros que quizá no alcance a leer nunca. En Japón, se denomina tsundoku a la costumbre de hacer acopio de libros sin leerlos, solo por el placer de tenerlos, de saber que están ahí, y podemos hojearlos alargando el brazo. Es una biblioteca que espera lector, que le sabe cercano, pero sin tiempo para tanta lectura como ella almacena.
Hoy, Día Internacional del Libro, es la fecha elegida para recordar la importancia de la lectura. El libro es un objeto precioso y preciado, es una mascota literaria que, en lugar de sacarlo a la calle, te saca él a ti, te lleva a otros mundos donde de ninguna otra forma podrás viajar. El libro como terapia, en esos cada vez más abundantes clubes de lectura, donde las personas buscan la empatía de otras como ellas, errabundos lectores sin patria. El libro guía, estación de letras donde descansa el alma, donde la mente del lector construye historias que entroncan con las de los autores, esos magos del cuento, novela, poesía o ensayo que reescriben la realidad a su gusto y manera, empeñados en dejar un legado literario que abunde en la cimentación intelectual de sociedades libres.
Al libro hay que darle su espacio, como a una pareja. ¿No es, por ventura, tan valioso o más en según qué casos? Acaso no resulta más leal, y muestra su fidelidad en la balda de la biblioteca que le corresponde, sin un mal gesto, sin una mala palabra (que las tiene, y muchas, en su interior). El libro es un cayado para el fatigado caminante, es el alba después de una noche oscura, es la lira que tañe un filósofo griego poco antes de su última reflexión. El libro ilumina mundos, desmadeja laberintos cognitivos, estimula conciencias y rasga el velo gris del tedio. Nada mejor que leer para sentarse en la cima de la montaña en calma. Agarra un libro y pasea tu mente por lugares oníricos, ve a tugurios donde no te atreves a entrar, visita paraísos donde solo habitan quienes recorren las letras de un libro abierto, entretente, piensa…
Haré un esfuerzo por leer todos esos libros que me esperan, que compré con intención de enriquecer mi vida. A más lectura, más vida. O, al menos, una vida mejor. Cuánto pierde aquel que no persigue el hábito de la lectura. Cuántas enseñanzas, cuántos aprendizajes, no les serán de provecho por no entregarse a la sincera experiencia de leer un libro. Ellos nos dan tantas cosas, tantas satisfacciones, tantas, que nosotros como lectores siempre estaremos en deuda. Cumplamos con el compromiso que otorga la razón, el juicio se refina entre libros. Busquemos el solaz abierto por la literatura, horademos bibliotecas a fuerza de pisar entre sus anaqueles, abramos la mente a esas historias que otros dejaron escritas en tomos inmortales, gocemos de la prodigalidad de las letras impresas, agradezcamos el impagable favor que Gutenberg nos hizo al inventar la imprenta. Consumamos el conocimiento que aquilatan los libros. Festejemos, tal día como hoy, la costumbre de abrir un libro y comenzar a leer, comenzar a soñar despierto.