¿Qué color tiene la vida? El verde de la naturaleza que arrasamos y volvemos cada vez más árida. De pronto, el rojo de las fiestas, que resulta ser el mismo que baña la violencia en diferentes lugares. Será más bien el blanco de la nieve, como el de los copos en las nubes del firmamento. Quizás, el negro de las tormentas que nos aflige tantas veces el ánimo. Mejor el azul, que antes tenía sembrados los peces en la época en que remontaban los ríos. Mejor el amarillo de mangos y piñas, con su aroma dulce almibarado. Tal vez el ocre, que forma el tapiz de los recuerdos que contemplamos en el otoño de la existencia. O acaso cuál, si la vida no tiene dulzura para enseñar lo que nos muestra, si somos débiles en el amor y frágiles en el odio, en nuestras conquistas a punta de golpes, si nos derrumbamos ante la más nimia de las adversidades y hasta el orgullo es una coraza que aplasta la humildad.
La felicidad no es ausencia de obstáculos ni un jardín sin espinas, pero las páginas de vida muestran que la sabiduría del nido familiar es el ejemplo, que es posible gozar con lo mínimo y sonreír con lo básico, que el verdadero sentido está en lo maravilloso y simple: el abrazo entre sonrisas, las gotas del rocío que acarician los pies descalzos, la melodía cantarina de las aves, la contemplación de la ruta en la mariposa, la fragancia floral, o el delicioso olor que dejan las mandarinas y guayabas.
En el inventario de los días aparecen alegrías, silencios, verdades contadas a medias con palabras susurradas para esconder la realidad, cambios de nombre para ocultar lo que es, pero dejamos la necesidad de las llamas ardientes de la fe y el amor, que no pueden ser simplemente chispas efímeras de vanas esperanzas. Resultan importantes los destellos del corazón, pensamiento crítico, acciones concretas y tranquilidad de conciencia, pero también es fundamental esperar con fe y persistir con confianza, para vidas pintadas de solidaridad donde lo primero que tenemos es aprender a “ser”.
Nos cuesta hablar de paz, y más aún de la reconciliación, mientras recordamos grandes satisfacciones de esa suma total de imágenes de la memoria familiar, fechas que revelan el origen de nuestros frutos y semillas que lo son todo, la maravillosa época de escolaridad, conquistas particulares, satisfacciones profesionales, que forman el más hermoso cuento de historias personales, sin ser ajenos que para muchos los logros económicos son su realización de vida.
Así como algunos imaginan mundos en sus locuras literarias, y los poetas viven con sensibilidad la fragancia de ausencias y recuerdos, coincidimos generalmente en el pensamiento de Fernando Pessoa <<El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables>>, aunque tristemente terminamos como rehenes de la admiración y el éxito mundano.