Sobre dogmas y consignas

Los dioses en bata y zapatillas, las rosas rojas y la lechuga

En la mayoría de las religiones, las deidades, son seres superiores en todos los planos y se los representan como ejemplo de Justicia, recta Moral y Bondad. Sin embargo, en la mitología griega sucede todo lo contrario y el dédalo de dioses y semidioses se caracterizan porque en sus complicadas relaciones, el odio, el rencor, la envidia, los celos, parricidios, violaciones, asesinatos y la injusticia más flagrante, predominan  con la naturalidad de lo cotidiano. Incluso el amor se ve teñido por esta tesitura. Todo esto, desde la neutralidad, hace que más que deidades, los veamos como protagonistas de un calenturiento culebrón con innumerables esqueletos en los armarios o como una saga de personajes a los que sorprendes en sus peores momentos. Recién levantados. Sin peinar. En bata y zapatillas.

Pero si algo placía especialmente a estos dioses, era la astucia y el ingenio. Veamos cómo empieza todo. Rea casó con su hermano Crono, hijos ambos de Urano (el firmamento) y la Madre Tierra (Gea).  Esta había engendrado a los Titanes a los que  Urano arrojó al tenebroso Tártaro por haber conspirado contra él. Ante esto, la Madre Tierra, bastante enfadada, convence a sus hijos de que castren a su padre para destronarle. Para ello le da a Crono una hoz de pedernal y él perpetra su crimen tomando los órganos genitales paternos con la mano izquierda, por lo que a partir de ese momento, fue considerada como mano de mal agüero. Urano, moribundo, le maldice con  que también a él, uno de sus hijos le destronaría. Cronos se toma el vaticinio muy en serio y va tragándose al nacer, cada uno de los dioses que concibe Rea. Ella está furiosa y al tener un nuevo hijo, le engaña entregándole una piedra envuelta en pañales en lugar de su nuevo hijo, Zeus. Parece que Cronos no se fijaba mucho en lo que hacía.

Evidentemente le era imposible criarlo ella misma, por lo que se lo entrega a la Madre Tierra que es consciente de que Crono es capaz de encontrar a cualquier criatura que esté en los cielos, en la tierra o en las aguas y ante ello se lleva al niño a Creta, llegando a la ingeniosa conclusión de que debía permanecer siempre en una cuna colgada de un árbol, pues así no se encontraría ni en la tierra ni en el cielo ni en el agua. Allí fue criado por Adrastea y por la diosa-cabra Amaltea alimentándose  de su leche y miel. Finalmente se cumple la profecía y con ayuda de su madre, Zeus destrona a Cronos, siendo a partir de ese momento y para siempre rey indiscutible de los dioses. Por cierto, que  Zeus, jugando con la ubérrima cabra, hace que un chorro de la leche de esta, se derrame de su ubre siendo ese el origen de la Vía Láctea. Como puede verse, ya desde el origen, se toma con naturalidad el parricidio en varias vertientes, el engaño, el odio y la venganza ensalzando de manera especial el ingenio.

No hay mandamientos ni concepto de la moralidad. Pero sí un deseo de explicar el mundo y  el por qué del origen de los árboles, de los montes, los ríos y cualquier otra cosa de la creación. Esto llevado a las cosas más importantes y las más banales. Un ejemplo: las rosas rojas y su significado.

Afrodita, tras tener que compartir durante un tiempo a su amado Adonis con Perséfone, consigue al fin tenerlo para ella sola y se casa con el bello Adonis en una fastuosa boda. La felicidad era total. Pero....siempre hay un pero en el paraíso. Tras varios días sin separarse, él sale al bosque y, entre la maleza, sus bellos ojos son confundidos por unos cazadores con los de un corzo. Y le matan. Afrodita, invadida por un inmenso dolor producido a causa de un ardor sexual inextinguible por su amado, día y noche corre descalza por el bosque hiriéndose con las espinas de un rosal blanco que hasta entonces era el único color de esas flores. Pero al caer sobre la planta unas gotas de su divina sangre, las rosas tomaron el color de la sangre de la diosa. Desde entonces existen las rosas rojas y por eso son la representación del amor. Aún más. Llega el momento en el que sus ninfas están muy preocupadas pues piensan que caerá enferma de agotamiento. No saben qué hacer y a una de ellas se le ocurre preparar un lecho con hojas de lechugas silvestres frescas por el rocío del amanecer y consiguen acostarla sobre ellas. De esa forma se aplaca su intenso ardor y queda dormida. Cuando despierta, sintiéndose ya tranquila, las mira y dice: “Para demostraros mi agradecimiento, os concedo que a partir de hoy tengáis el don de refrescar, ayudar a dormir y de apaciguar el ardor sexual para todos”. Curiosamente, son las tres virtudes que la lechuga contiene en su látex.

Permítanme un consejo: Lo de la rosa roja, perfecto. Pero cuidado con las ensaladas en las citas amorosas.