En estos días he escuchado que a Trump hay que tomarle muy en serio, pero no al pie de la letra, pero lo cierto es que su discurso de investidura no ha dejado demasiado espacio a la libre interpretación. Sus mensajes fueron muy claros: No al cambio climático; Sí a las deportaciones masivas de inmigrantes; Sí a la desregularización de la administración y un Sí rotundo al establecimiento de aranceles. A ello se unen la compra de Groenlandia, la reversión del control del Canal de Panamá y la anexión de Canadá.
El domingo 20 de enero de 2025, con un frio endiablado bajo la cúpula del Capitolio en Washington, Donald Trump se proclamó de nuevo presidente de Estados Unidos, consagrando esa fecha como el día de la liberación del que arrancaría, según sus palabras, la época dorada de Estados Unidos de América. Ni Napoleón cuando se coronó emperador en la Catedral de Notre Dame de París lo habría hecho mejor. A la ceremonia, solemne y protocolaria, acudieron presidentes y líderes mundiales de la derecha alternativa y de las principales multinacionales tecnológicas estadounidenses. Tras ella, vino la fiesta y se dirigió con sus invitados al estadio Capital Arena donde le esperaban más de quince mil seguidores. Allí, frente a todos ellos, firmó algunas de las ordenes ejecutivas que configurarán su política.
"Drill, baby, drill,” (perfora, baby, perfora) sintetiza muy bien su discurso en lo relativo al cambio climático y la energía. En él dijo sin ambages que comenzaba una era de perforaciones masivas y de ampliación de las exportaciones de gas, y anunció la declaración energética nacional que le permitirá suspender algunas regulaciones ambientales o imponer restricciones a las exportaciones de petróleo crudo. Además, dejó claro que se retira del Acuerdo de París de 2025.
El nuevo presidente hablo alto y claro respecto a la inmigración: Quédate en México. Lo primero que va a hacer es declarar el estado de emergencia en la frontera sur y enviar soldados para detener la inmigración ilegal. "Todos los cruces fronterizos ilegales se detendrán inmediatamente, y comenzaremos el proceso de enviar a millones y millones de extranjeros de vuelta al lugar de donde vinieron”.
Como arancel es su palabra preferida, creará un Servicio de Impuestos Exteriores para, en lugar de gravar a sus ciudadanos y enriquecer a otros países, imponer a esos países aranceles que enriquezcan a los norteamericanos. Habrá aranceles a gogó para todos, aunque en distinto porcentaje, para los BRICS ya ha anunciado que serán del cien por cien si continúan en su empeño de utilizar en sus transacciones una divisa alternativa al dólar. Esta política empujará a China, la Unión Europea y otras potencias a responder con nuevas barreras comerciales o a plegarse a sus exigencias. El resultado será que el proteccionismo y el unilateralismo definirán el orden global.
Trump quiere Groenlandia, el control del Canal Panamá y que Canadá sea el estado cincuenta y uno. Lo de Groenlandia no es nuevo, porque durante su primer mandato en la Casa Blanca ya intentó hacerse con la isla. Aunque, eso en su momento, tampoco supuso ninguna novedad, porque, desde 1867, Estados Unidos ha ofrecido diferentes propuestas a los daneses para su compra o permuta. En lo que se refiere al Canal de Panamá, pretende revertir el control al considerar incumplidos los compromisos que se asumieron desde su construcción. En lo que hace a Canadá, le culpa junto a México de ser responsables de la entrada de migrantes y fentanilo a territorio estadounidense, por lo que ha amenazado a ambos países con imponer aranceles del 25%
Así las cosas, la pregunta del millón es si podrá implementar todas estas políticas. Es cierto que cuenta con un partido republicano unido y que tiene mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado y también que en la Corte Suprema de Justicia los jueces conservadores son mayoría. Sin embargo, podría tener algunas piedras en el zapato que limitaran su poder. La primera es que Estados Unidos es un estado federal y en la actualidad, 23 de los 50 estados del país, cuentan con gobernadores demócratas con amplias competencias en materias sociales y de seguridad. La segunda es que el partido republicano ostenta solo una débil ventaja en ambas Cámaras: dos votos en la Cámara Baja y en la Alta le faltan siete votos para conseguir la mayoría calificada necesaria para aprobar las medidas importantes, salvo que utilice el procedimiento de la reconciliación en el Senado, lo que le permitiría aprobarlas con mayoría simple de votos. Por lo que hace a la Corte Suprema si bien es cierto que su doctrina de la inmunidad absoluta contra el procesamiento penal por acciones oficiales realizada durante los mandatos libró a Trump de varios juicios en su contra; también los es que, desestimó las denuncias que intentaron revertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 (eso sí, cuando Trump ya no estaba en el poder) y que rechazó sus intentos de acabar con la protección de casi un millón de jóvenes que ingresaron en Estados Unidos ilegalmente de niños. Por último, es de suponer que ante al masivo despido de los funcionarios se enfrentará a una fuerte resistencia institucional, legal, política y sindical.
Se achaca a Napoleón la frase: lo imposible no es francés. Donald Trump termino su discurso con una que va más allá: en Estados Unidos lo imposible es lo que se nos da mejor. Habrá que darle la razón y pedirle lo imposible; quizá por eso se haya propuesto sembrar de barras y estrellas el planeta Marte ante el regocijo de Elon Musk.