Hace unos meses se anunció el regreso de la Fórmula 1 a la ciudad de Madrid para la temporada 2026, presentándose el proyecto del circuito previsto para acoger la carrera, un inédito trazado semiurbano ubicado entre los pabellones de IFEMA y el barrio de Valdebebas. No será esta ni mucho menos la primera ocasión en que la ciudad acoja carreras en sus calles, pues a lo largo del siglo XX se han empleado distintos circuitos en los viales de la capital. Vamos a recordarlos.
Todo tuvo su origen en la sierra, en el circuito del Guadarrama, de nada menos que 103 kilómetros de longitud entre Collado Villalba, Alto del León, Los Ángeles de San Rafael, Segovia y La Granja. Allí se celebró en 1913 el I Gran Premio de España de automóviles (con victoria del Rolls-Royce de Carlos de Salamanca), y a partir de 1919 las XII Horas del Guadarrama, carrera de resistencia para motos. Posteriormente, en 1931, las motocicletas disputaron el denominado Gran Premio de Madrid en un nuevo escenario, el circuito de Campo Real, de 18’5 kilómetros de longitud, localizado al sureste de la ciudad.
Siguiendo el ejemplo de Barcelona, que celebraba sus carreras en el entorno urbano, en el parque de Montjuïc, en 1935 se disputó una nueva competición motociclista en un circuito de 7.865 metros de longitud en la Casa de Campo, escenario que luego acogería el I Premio Internacional de Madrid, en 1945.
Es en 1948 cuando se cumple la anhelada aspiración del Real Moto Club de España de organizar carreras en el mismo centro de la ciudad, en el Parque del Retiro. El circuito trazado, muy ancho y de solo 1.820 metros de cuerda, tenía forma rectangular con solo cuatro curvas, todas a izquierda, con su recta principal en el Paseo de Coches y la larga curva parabólica de 455 metros bordeando La Rosaleda como signo más reconocible.
Durante veinte años El Retiro acogió infinidad de carreras de motos bajo distintas denominaciones (Premio Internacional, Premio de Otoño, Premio de Primavera, Gran Premio Villa de Madrid), con las grandes figuras mundiales de cada época en las parrillas de salida y miles de espectadores. También los coches tuvieron aquí su espacio, disputando en 1951 la primera carrera de Fórmula 3 que hubo en España y otra de Fórmula Junior en 1961, además de distintas pruebas de turismos o de karts, como la celebrada en 1962, en la que hubo que lamentar el accidente mortal de un participante. El deterioro del asfalto, el aumento de prestaciones de las motos y la inauguración del circuito del Jarama pusieron punto y final al circuito, bajando el telón el 8 de octubre de 1967 con victoria en 250 c.c. de Santiago Herrero, uno de los grandes mitos del motociclismo español.
Además de la carrera de 1945, en los viales en torno al lago de la Casa de Campo se celebraron otras muchas competiciones, desde las pruebas de automóviles de 1958 (V Gran Premio Nacional Sport), 1959 (I Trofeo Feria del Campo), el Gran Premio Spantax de 1963 o el tramo cronometrado del Rallye del R.A.C.E. de 1964, hasta una carrera de motos en 1973, última ocasión en que fue utilizado. Al igual que El Retiro, quedó en desuso por estar ya fuera de su tiempo, al estar rodeado de intimidatorios árboles, bordillos y demás peligros que lo hacían inviable.
Fue una lástima que el proyecto presentado en 1960 para ubicar allí el ansiado circuito permanente de Madrid no fraguara por la oposición del Conde de Mayalde, alcalde de la ciudad. Se proponía una complejo de 6.300 metros de longitud con hasta nueve variantes posibles, que hubiera permitido tener al pie del casco urbano una instalación mucho más cercana que el Jarama, situado a 23 kilómetros del centro de la ciudad y cuya construcción comenzó en 1963.
Más efímeros fueron otros circuitos, como el de la Ciudad Universitaria, donde se disputó el 30 de octubre de 1949 el Gran Premio de Madrid de automóviles sport de hasta 1.100 c.c., con victoria del Simca-Gordini de Raymond Sommer. Todavía hoy es reconocible su trazado de 3.350 metros, con las tribunas y línea de salida a la altura de los túneles del Arco de la Victoria, para continuar hasta la Plaza Cardenal Cisneros, virar a la izquierda y, bordeando el Parque del Oeste, bajar por Juan de Herrera, Martín Fierro y Séneca hasta las inmediaciones del Puente de los Franceses, donde se gira de nuevo a izquierda y se sube por el Paseo Ruperto Chapí, hasta las cercanías del antiguo Ministerio del Aire. No tuvo más continuidad (quizás porque hubo un accidente mortal en el que falleció un niño, hijo de un teniente coronel), si bien en 1966 se celebró en el parque una carrera de motos.
Las largas avenidas de Chamartín sirvieron en 1952 de escenario del denominado I Circuito Urbano de Turismos, organizado en conmemoración del cincuenta aniversario de la fundación del Real Madrid C.F. Su trazado tenía una longitud de 1.850 metros, entre las Plazas de Cuzco y de los Sagrados Corazones, bordeando el Estadio Santiago Bernabéu. Como la zona estaba totalmente despoblada, al año siguiente se utilizó el aledaño Paseo de la Castellana para disputar una de las pruebas complementarias del Rallye del R.A.C.E.
Otro circuito que también tuvo gran trascendencia en la época fue el que se ubicó nada menos que en las pistas del aeropuerto de Barajas, de 2.800 metros de distancia, de los que 800 correspondían a su recta principal. Durante cuatro años (1954-1957) sirvió para disputar el Gran Premio Nacional Sport, con la particularidad que su segunda edición fue en plena noche de julio y bajo la iluminación del aeropuerto. Cerca de allí, en 1966, tuvo lugar otra exótica carrera de coches, las Tres Horas de Ajalvir, prueba de resistencia en un improvisado circuito de 12 kilómetros conformado por las carreteras comarcales que unen las localidades de Ajalvir, Daganzo y Cobeña.
Volviendo a la ciudad, merecen ser recordadas también las carreras de Midget en el desaparecido Estadio Metropolitano a finales de los años cuarenta, mientras que una de las pruebas más populares entonces era la Subida de la Cuesta de las Perdices, entre los hitos 7’386 al 8’486 de la antigua carretera de La Coruña, alcanzando los más rápidos más de 200 km/h en meta. Vista hoy la densidad de tráfico de la A-6 en ese punto, el que entonces se cerrara para una competición nos da una dimensión del cambio social que ha supuesto el automóvil.
Otra carrera emblemática y con muchas ediciones celebradas en todo este tiempo fue la Subida a la Dehesa de la Villa, cuya primera edición data de los años cuarenta. Fue recuperada en los años ochenta, acogiendo en 1984 un tramo cronometrado de rallye (del Criterium Luis de Baviera) y volviendo a celebrarse la subida hasta 1996, con un recorrido ampliado en sus últimas ediciones, al ubicar la salida a la altura del paraninfo de la ciudad universitaria. Hoy día su trazado ya no es transitable.
Fue esta la última ocasión que las calles de Madrid sirvieron de escenario a las competiciones del motor, a partir de ahí como mucho se ha podido ver en el entorno de Cibeles las exhibiciones de Carlos Sainz (2004 y 2021) y de Red Bull (2023), o el paso por las calles de los participantes en el París-Dakar (1993, 2001, 2002), eventos que nada tienen que ver con las carreras mencionadas. Su historia bien merecería ser rememorada de una manera mucho más profunda que estas breves reseñas. Esperemos que alguien se anime.