El lanzamiento al espacio del primer astronauta puertorriqueño el 15 de marzo de 2009, pasó desapercibido para muchos, pero tuvo esa importancia que emana de una mirada comparativa a la historia, cuando no soñábamos, por atraso, por olvido o por estar fuera de los grandes avances tecnológicos, en llegar a los cachos de la luna.
Por allá en los años 60 el músico puertorriqueño Mon Rivera, conocido también como El Rey del Trabalengua, componía canciones irónicas acerca de caribeños en el espacio, pues la realidad sólo podía darnos eso, la recreación de un sueño inalcanzable. Recuerdo ahora su composición “Hispanos en la luna”, en la que decía, alegremente: “Qué sorpresa se van a dar, los rusos y americanos/cuando lleguen a la luna y encuentren un barrio hispano…” Y continuaba: “Por donde quiera que vayan, encontrarán cuchifritos/ el dulce guarapo e’caña/ y oirán decir ¡Ay bendito!”.
Cómo hubiera gozado Mon al saber que un compatriota suyo, Joseph Acaba, fue al espacio por dos semanas y no propiamente en misión de mofongo y cuchifrito. Instaló paneles y vigas que permitieron el uso de energía solar en el complejo orbital. Joseph nació en Inglewood, California, pero sus padres son de Hatillo, Puerto Rico. Y ya sabemos que los puertorriqueños son de ahí, aunque nazcan en la luna.
El primer astronauta hispanoamericano fue el cubano Arnaldo Tamayo en 1980. Nacido en Baracoa, provincia de Guantánamo, fue lustrabotas y ayudante de carpintería. A los 19 años viajó a la URSS y se hizo piloto de combate con los famosos Mig-15. En 1980 tripuló el Soyuz-38, y siete años después, en compañía del cosmonauta ruso Yuri Romanenko, hizo un enlace radial desde el complejo orbital Mir con periodistas y científicos cubanos.
Otro astronauta suramericano fue el costarricense Franklin Chang Díaz, quien, de niño, subía a un palo de mango para auscultar las estrellas. Hizo su séptimo viaje en el transbordador Endeavour en 2002, y llevó la camiseta de la selección de fútbol de Costa Rica. Creó el Cohete de Impulso Específico Variable con Plasma Magnético, que quizá permita la llegada del primer hombre a Marte. Cansado de tomar café instantáneo en sus expediciones espaciales, inspiró a su hermano Ronald Chang, director del laboratorio Ad Astra Rocket de Costa Rica, para crear la primera Cafetera Espacial, la misma que permite tomarse un tinto de café molido mientras se contempla por una ventanilla la tina azul de las estrellas. Josué Solano y Daniel Rozen, de su laboratorio, ya patentaron esta maravilla. En el espacio sólo era posible calentar agua en microondas y, por la gravedad, el vapor quedaba abajo y el agua permanecía fría arriba.
Más recientemente, en 2007, el hijo de Doña Sofía Pérez, dama colombiana residente en Estados Unidos, fue piloto del transbordador Discovery. Algo de astronauta tenemos pues con George Zamka Pérez, aunque defraudó a Colombia con el menú que llevó al espacio. Cuando todos esperábamos que se hiciera un calentao al desayuno, con bistec, arroz, fríjoles y arepa, llevó en el transbordador huevos revueltos a la mexicana, pollo fiesta, tortillas y fajitas de res. Faltó que cantara el corrido de Lucio Vásquez.
Esto de ir al espacio es maravilla, aunque Yuri Gagarin, el del primer vuelo en 1961, dijo al volver que no había visto a Dios por ninguna parte. Algo que no se le hubiera ocurrido ni a la perra Laika.