El Trayecto

La unidad del Papa Francisco frente a la certeza de J.D. Vance: ¿quién mató a quién?

Hace dos días, el vicepresidente estadounidense J.D. Vance se reunió con el Papa Francisco. Ayer, el Papa Francisco falleció. En tan poco como las últimas 48 horas, Vance, quien buscaba certeza absoluta, estuvo cara a cara con un hombre que manifestaba el misterio de la fe — y luego, ese símbolo viviente de unidad desapareció. La verdadera unidad, la que se sostiene en la duda, la compasión y el misterio, parece haberse desvanecido también al enfrentarse con la certeza incondicional.

Nunca me consideré una persona religiosa, pero en tiempos de gran turbulencia en todo el mundo, no puedo ver la muerte del Papa Francisco en este día y en este contexto como una simple coincidencia. Se siente como un acontecimiento simbólico, una intersección de eventos aleatorios — uno de los muchos momentos culminantes en un paisaje político que sigue cayendo en espiral.

Trump es el tipo de político que utiliza a los medios en nuestra contra. Dice una cosa y crea un discurso social público, mientras que hace otra. Fabrica una falsa sensación de volatilidad tan abrumadora que nadie puede seguirle el ritmo; se vuelve imposible hacerle responsable — una imagen que favorece la impunidad, que permite la usurpación del poder, porque no hay tiempo para responder, para actuar, o para funcionar como un mecanismo dentro del sistema — efectivamente, estamos excluidos.

La unidad, cuando es forzada a través de una sola religión, deja de ser unidad; se convierte en exclusión disfrazada de piedad. Es usar la religión para justificar la división y la discriminación en lugar de la unidad. Esto señala un nacimiento del neofascismo estadounidense. Se ve especialmente en la instrumentalización de la religión por parte de Trump como herramienta de la política de identidad. La libertad religiosa se ha convertido en una justificación para la discriminación patrocinada por el Estado — como permitir que agencias religiosas rechacen a familias que partenecen al LGBTQ+. Además, la administración de Trump utiliza oficialmente fondos públicos para financiar principalmente organizaciones cristianas en su lucha inventada para defenderse del anticristianismo.

La retórica de la administración presenta a los cristianos como una mayoría perseguida, justificando así medidas autoritarias. Como declaró el propio Trump esta Pascua de 2025: "¡Feliz Pascua a todos, incluidos los Lunáticos de la Izquierda Radical que están luchando y conspirando tan fuerte para traer Asesinos, Narcotraficantes, Prisioneros Peligrosos, Personas con Trastornos Mentales, Miembros de MS-13 y Maltratadores de Mujeres, de vuelta a nuestro País! ¡Feliz Pascua también a los jueces y funcionarios DÉBILES e INEFICACES..." y la cita continúa…

Estados Unidos está abandonando su papel como defensor de los derechos universales, cediendo ante estados autoritarios. Por eso la situación actual es tan existencial para la Unión Europea. Esto genera una crisis total de dirección: profundizar los lazos con EE.UU. corriendo el riesgo de erosión democrática, o enfrentar el aislamiento estratégico ante un frente autoritario coordinado entre Rusia y China.

Vance buscó la religión por estabilidad, por certeza — y ese fue su error. “Sentía que el mundo moderno estaba constantemente en cambio,” dijo Vance. “Las cosas que creías hace diez años ya no son aceptables diez años después.” Al contrario, la religión nunca puede ser un imperativo, una ley que manda, porque entonces deja de ser religión. Deja de ser fe, erradicando la unidad, erradicando la cultura humana, y los verdaderos valores morales que unen a las sociedades.

“La certeza es el gran enemigo de la unidad. La certeza es el enemigo mortal de la tolerancia. Nuestra fe es un ser vivo precisamente porque camina de la mano con la duda. Si sólo existiera certeza y no duda, no habría misterio, y por tanto, no habría necesidad de fe,” escribió Robert Harris en su novela Cónclave, que fue adaptada al cine el año pasado.

Así que dime — ¿por qué no podemos simplemente dar amor? Porque amar es creer, tener fe más allá de las dudas más profundas.