El Observador

Sentimiento Atlético

Discúlpeme el sufrido lector de la prensa diaria que tal vez está buscando las novedades del caso Koldo, Ábalos o Cerdán —que ya no sabe uno de quién es el caso—, o lo que han dado de sí las declaraciones ante el Supremo de los dos ilustres socios que ayer comparecieron ante el Alto Tribunal; o tal vez el texto transcrito de nuevos audios de la sórdida trama; incluso nuevas e inspiradoras declaraciones del áulico expresidente Zapatero, saliendo al rescate de su aventajado alumno y heredero. 

Pues no. Le parecerá una frivolidad, pero voy a hacer un hueco entre tanta basura y le voy a quitar unos minutos de su tiempo —si tiene a bien seguir leyendo— para compartir con usted el sentimiento que tenemos hoy muchos, miles de atléticos, que hemos visto cómo nuestro equipo se despedía ayer, de la forma más triste, de un campeonato mundial al que tardaremos muchos años en volver. 

Pero déjeme decirle primero que el fútbol, más allá de ser un deporte, un negocio y tantas otras cosas, es un sentimiento. Irracional, sin duda, pero que nos permite, cada semana, ilusionarnos con lo que ocurrirá el próximo domingo con nuestros colores. Y ganes o pierdas, a los pocos días tienes otra nueva oportunidad en una ruleta que apenas se detiene unas semanas en verano. 

Y ahí, en esa locura, estamos inmersos los atléticos, que vivimos ese sentimiento con una intensidad alejada de toda explicación. 

Ayer, el Atlético quedaba eliminado a las primeras de cambio de ese ampuloso campeonato mundial de clubes de fútbol, al que —como he dicho antes— nos costará mucho regresar. Muchos de nosotros, miles, nos hemos ido a la cama entre el cabreo y la desorientación. ¿Qué ha sucedido para que nos eliminen de forma tan miserable? Y aquí empiezan las preguntas. 

¿Se ha cerrado el ciclo glorioso de Simeone? El hombre que modificó el camino errático de un club sometido a todo tipo de avatares y que, en

una década, consiguió dar estabilidad y hacernos escalar hasta competir con los grandes, ¿tal vez ha agotado su repertorio y ya no logra transmitir el hambre necesaria a sus jugadores? 

—No —plantean los más acérrimos cholistas—. El problema es que no tiene jugadores para mirar de tú a tú a los de arriba. 

Y yo les respondo: No puede ser que, cuando se gana, gane Simeone, y cuando se pierde, pierdan los jugadores. Ni nadie se va a creer que, en un club que tiene rendido a sus pies, entre o salga algún futbolista sin su anuencia. 

¿Es lógico que se renueve a jugadores que son parte de la historia atlética cuando los años ya les pesan en las botas? Hay que ser agradecidos, y a los que nos han dado mucho se les debe despedir con honores, pero todo tiene un fin. Y si no se entiende esto, terminamos por convertir al jugador mítico en una carga para todos. 

¿Hay que cargar todo en el debe de la parte deportiva? Pues no. Somos un club peculiar, en el que muchos ríen las declaraciones periódicas del presidente Cerezo, más propias siempre del Club de la Comedia que del dirigente de una entidad seria, quedando a un paso de convertirnos en el hazmerreír del mundo del fútbol. 

¿Y qué decir del propietario mayoritario del club? Más preocupado de su negocio y de sentarse en las juntas directivas de UEFA, FIFA o, llegado el caso, de la ONU, que de hacer que respeten al equipo en las instancias de las que él forma parte a título personal. Los lamentables arbitrajes que el Atlético lleva sufriendo fuera de nuestras fronteras, en Champions y ahora en el Mundial, son dignos de un vademécum de atracos arbitrales, sin que nadie dentro de las estructuras del club levante la voz. 

Estas y otras preguntas, querido lector, se hacen hoy miles de atléticos. Muchos de ellos —hasta 60.000— ya hemos pagado religiosamente el abono del año próximo, y otros —hasta 150.000— han pagado de la misma manera el mero hecho de tener un simple carnet de socio. Y mañana volveremos a ilusionarnos al ver lo bonita que es nuestra camiseta de la próxima temporada.

Con esto no vamos a solventar el barrizal que tienen organizado una parte de nuestros políticos, y seguiremos mirando con pena y preocupación cómo se solapan las guerras en Oriente Próximo, Europa o África. Pero, sin duda, esto hará más llevadero el día a día de mucha gente, de miles de aficionados que encuentran en algo tan sencillo como el fútbol una válvula de escape al marasmo diario.