De Andrés Bello se ha dicho que nació en Venezuela, enseñó en Chile y tuvo sus discípulos en Colombia. Las obras de Bello fueron referentes para Rufino José Cuervo (Notas a la gramática), Miguel Antonio Caro (Notas a la ortología y métrica), y Marco Fidel Suárez (Estudios gramaticales) que constituyen sus grandes trabajos lingüísticos. ¡La lengua es la patria! exclamaba Caro. “Nada, en nuestro sentir, simboliza tan cumplidamente a la Patria como la lengua”, decía Cuervo, quien se catapultó con su opus magnun el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana.
En su interesante texto Tres ideas en torno a la lengua el académico colombiano Alejandro Venegas Franco, caracterizado por su gentil manera que hace gala con la propiedad de sus palabras, presenta la reflexión de don Luis María Anson, Miembro de Número de la Real Academia Española, que en una intervención en la Fundación Juan March de Madrid, afirmó “el periodismo se puede comparar con la arquitectura: hay una ciencia, una técnica y un arte”, y cómo el periodismo es “por un lado, una ciencia de la información y, por otro, un género literario. La literatura es la expresión de la belleza por medio de la palabra, y en el periodismo, en el artículo y en la crónica se hace o se debe hacer la belleza” y “ese placer puro, inmediato y desinteresado que se siente al leer un texto se sintió leyendo poesía en nuestro siglo XVI, en el siglo XVII leyendo el teatro, en el siglo XVIII con el ensayo, en el siglo XIX con la novela y en el siglo XX con el periodismo” y “buena parte de los escritores del siglo XX han dejado en los periódicos muestras extraordinarias”.
La lengua en labios de los hablantes, está en permanente movimiento y sus pérdidas no se producen por un feliz acaso o por un infortunado suceso. Igual que en el vocabulario, es solidaria con cosas desaparecidas o arrinconadas, y entonces la palabra se relega como inútil.
La gramática es un instrumento para trazar el camino de generación en generación, de esa herencia que es la lengua. Las academias adoptan un vocabulario, y aceptan palabras que ingresan al diccionario por el uso caprichoso o la necesidad que lo impone. Sin embargo, el Maestro Venegas Franco “destaca que la historia de la lengua lo es fundamentalmente de quienes la hablan. Y quizá nunca como ahora de quienes, como los jóvenes, la escriben con entusiasmo en las diferentes modalidades electrónicas, en mensajes cargados de apócopes, de siglas, emoticones, reducciones o abreviaturas comprensibles sólo entre los protagonistas del mensaje”. Entonces el verdadero reto social es mantener la fuerza de las palabras con cohesión operante y dinámica, como patrimonio de los pueblos hispánicos con la cultura universal.
En su maravilloso oficio, el constructor de la palabra, dibuja ideas a través de grafos donde borda la imaginación con su vocación y talento, plasma renglones que esperan triunfar entre anónimos lectores.