Fortuna Imperatrix

El Día DE

Con el Día DE quiero referirme no al del desembarco de las tropas aliadas en las playas de Normandía durante la II Guerra Mundial, sino al que hoy mismo está dedicado, por decisión internacional, a alguien o a algo; unas adjudicaciones diarias estas, tan numerosas, que las 365 plazas del año más la infausta de los bisiestos no alcanzan para atender privativamente la avalancha de solicitudes. Lo mismo ocurre con el santoral, pues la superpoblación de santos impide que disponga cada uno de su habitación individual en el gran hotel del calendario, de modo que han de compartirla con otros como si de un albergue del Camino de Santiago se tratara. En ambos casos se impone la resignación, no se le puede dar a la manivela de fabricar fechas cual si de una vulgar máquina de hacer dinero se tratara, aunque supongo que debe de ser una fuente de ingresos bastante rentable la de los días DE, la prueba es la gran inflación de ellos que ha producido la sociedad de consumo en que estamos inmersos. 

Y así, los hay para todos los gustos, aparte de los ineludibles por impepinables, ¿acaso puede discutirse el Día de la Madre o el del Padre? ¿El Día de la Mujer, del Trabajo o el del Libro? En este, en el del Libro, hasta quienes nunca leen uno suelen apuntarse al placer de alabar las bondades de la lectura. Ese día, incluso los menos ilustrados difunden con éxito el bulo de su intención de acudir regularmente al gimnasio de la cultura con el propósito de adelgazar algo su ignorancia. Todos los días deberían ser el del Libro; y todos, todos los Días, sin excusas ni timideces añadidas. No basta cumplir con dedicar uno al ornitorrinco, por ejemplo, y el resto olvidarnos de él. Otro tanto puede decirse del de la Tortilla de Patatas (¿es que solo vamos a degustar esa delicatessen un momentito cada doce meses?), de llevar el Perro al Trabajo, del Cervecero Artesanal, de los Calcetines Perdidos, de Ir Andando al Colegio, del Dulce de Leche, del Sin Sujetador, de Ponerse Traje, del Orgullo Zombie, de Sacar la Lengua, de las Piruletas, de la Alita de Pollo o de Andar con Zancos (qué frustración haber llegado a dominar esta técnica para sacarla a pasear solo una vez al año y luego, mientras llega el siguiente, tener que hacerlo medio a escondidas).

Pero para Día superentrañable yo propondría el del Burro de Santorini, a modo de desagravio y reivindicación de unos equinos que han debido cargar sobre sus lomos con indecible sufrimiento, en esa isla griega, a demasiados turistas con sobrepeso superior a los cien kilos, y no solo durante un instante para la foto sino a lo largo de subidas empinadísimas de cientos de escalones hasta los hoteles que los alojan. Así, viaje tras viaje, han acabado muchos de estos abnegados jumentos con la columna vertebral hecha fosfatina.