En son de luz

Dos apologías

De un tiempo a esta parte nos llega un aluvión de apariciones gubernativas sobre los buenos propósitos que tiene la plantilla ministerial y el propio presidente de resolver con un par de sombrerazos los problemas que tienen los españoles para acceder a una vivienda.  Las ruedas de prensa han aireado que cuarenta y tres mil viviendas, que aún están en la mente de Dios, son ya un logro inminente y que muchos permisos a propietarios de pisos turísticos van a ser cancelados, se supone que para que los pongan en alquiler permanente. No sería extraño que copiaran las leyes del régimen de Franco, la de Viviendas de Renta Limitada de 1954 y la de Arrendamientos Urbanos de 1964, que congelaban los alquileres y empujaron a los españoles a comprarse un piso (claro que entonces eran más baratos).

A este respecto, las dos leyes de la memoria, concebidas para combatir la vejación que sufren las víctimas de la dictadura por causa de los símbolos de régimen franquista, se están eliminando las placas que sobre las entradas de las viviendas de protección oficial (VPO) certifican (como fue en la casa de la familia de un conocido político en Vallecas): Ministerio de la Vivienda. Instituto Nacional de la Vivienda. Edificio construido al amparo del régimen de Viviendas de Protección Oficial. La placa lleva también la imagen de una casita con las siglas I.N.V. (Instituto Nacional de la Vivienda) bajo un pequeño yugo que ciñe cinco flechas. ¿Será porque la palabra régimen ofende a los represaliados de la dictadura o porque para vender la casa y comprarse un chalet es mejor quitar la placa? ¿O será porque ese símbolo es de Fernando II de Aragón (el yugo) e Isabel I de Castilla (las flechas) como emblema de una España unida? Ya se sabe que las flechas pueden ser fácilmente rompibles por separado, pero todas juntas son irrompibles, lo que molesta a los aliados separatistas del gobierno.

Como hablamos de memoria me animo a hacer dos apologías. La de Joaquín, un madrileño que nació en 1906 y que desde muy pronto dedicó sus esfuerzos a ayudar a los sin techo a través de la Constructora Benéfica y durante varias décadas de su vida a dirigir la financiación y las construcción por el Instituto Nacional de la Vivienda de muchas de las 4.080.619 viviendas sociales para la clase trabajadora por toda España, pensadas para cubrir la demanda del enorme crecimiento vegetativo de la población española, para asumir la emigración interna y para la reposición de vivienda antigua. Nunca presumió de ello. 

En igualdad de aprecio dedico mi apología a Pedro, albañil ascendido progresivamente a jefe de cuadrilla de albañiles del I.N.V. que trabajó décadas a pie de obra y sobre los andamios. Fue el esposo de Isabel que llegó a Madrid de niña junto con su madre del mismo nombre, pobres inmigrantes desde su pueblo. Ellas encontraron trabajo en el servicio doméstico e Isabel hija se unió en matrimonio a Pedro y formaron una familia. Pedro falleció por los efectos de una dolorosa enfermedad profesional a causa de su trabajo de albañil. Sus hijos son testigos de la calidad humana de aquellos buenos padres. 

Contrasta con ello lo que a los profesores en los colegios, tal como dicta la ley de memoria democrática, se les dice que hay que explicar a los alumnos una selección de lo que vivieron los españoles en el siglo XX definida como el conocimiento de la memoria democrática española, desarrollando en libros de texto y materiales curriculares la represión que se produjo durante la guerra y la dictadura. ¡Tarea para entusiasmar a cualquier educador de adolescentes! 

Bajo tal perspectiva, el gobierno se empeña en limitar la tarea de los profesores a circunscribirse no sólo a los aspectos más sombríos de aquellos años sino además a una selección política de las represiones causadas. En su letra y en su espíritu muchos pensamos que este enfoque es involutivo y rompe el espíritu de los pactos de la Transición y que la historia de los sufrimientos infligidos mutuamente entre españoles ha de explicarse a los alumnos en el contexto del siglo XX completo, a saber: Monarquía, II República, Guerra Civil, Dictadura, Transición y Democracia Europea, sin excluir causantes y equilibrando la parte violenta de nuestra Historia con todo lo que muchos españoles conocidos y anónimos se esforzaron para compensar los males de su patria. Para los que hemos sido enseñantes de adolescentes esta es una parte clave de la tarea de un educador, la de encaminar con ejemplos hacia el bien. 

Además, memoria democrática para el sentido común y en el ámbito educativo es la de los historiadores competentes y no la de los filtros partidarios. Lo que en la escuela se ha de dar debe ser una visión imparcial y sin sesgos de aquel siglo en España, pero es que, además el explicar los males de las violencias debe ir estrechamente acompañado con las historias de muchísimos españoles empeñados en construir una mejor España. Y por supuesto ello comprende los pactos para eliminar esas violencias para siempre que hicieron posible la Transición y la Constitución del 78. Lo contrario sería resucitar los enfrentamientos cainitas y falsificar la Historia.