Un espresso en el Cielo

La clienta que quería ser rica

¿Sólo a mí me ocurre, o a alguien más le pasa que pensamos en pequeños eventos pasados que nos generan vergonzoso arrepentimiento? Yo tengo unos pocos que, de forma espontánea, vienen a mi mente de tanto en tanto. Sea mi subconsciente o no, son lecciones de humildad y de realidad, perfectos para el contexto en el que me desenvuelvo. Hoy quiero contar uno de esos momentos y la gran lección que me ha dejado: no dudar de las capacidades de alguien.

¿Por qué es tan importante aprender esta lección? Porque lo veo a diario. Personas que menosprecian a los otros por la forma en que se ven, o por el sitio donde trabajan, o por sus habilidades para hablar. No todos tenemos las mismas capacidades. Efectivamente, hay quienes son más inteligentes que otros, más talentosos, más bellos, con más habilidades sociales, comerciales, por mencionar algunas virtudes. Sin embargo, no todos saben cómo utilizar sus habilidades para conseguir objetivos. O, derechamente, hay personas con tan mala fama que nadie quiere trabajar con ellas. En el mundo inmobiliario esto es pan de cada día. Si bien el sector está atomizado, todos se conocen con todos y la reputación de cada uno nos precede.

La primera clienta que tuve como estudiante de Derecho llegó en una Clínica jurídica, ayudando a emprendedores de negocios con sus asuntos legales. Eliana era una mujer de aspecto discreto, de origen nada acomodado, pero con mucho carácter y grandes expectativas de lo que podía lograr. Su negocio, vender agua filtrada. En un país como Chile, con agua potable de tan mal sabor, el negocio de agua filtrada puede ser interesante. En los cinco primeros minutos de entrevista, le pregunto a la clienta cuál es su objetivo con la asesoría legal, y ella me responde: ser rica. No pude evitar soltar una risotada, que, si bien fue inocente y espontánea, ocasionó en la clienta una reacción que se convirtió en mi lección: ¿por qué te ríes? ¿Acaso no crees que puedo ser rica? Recuerdo haberle respondido que no se trataba de eso, sino que me parecía curiosa la seguridad con la que lo expresaba. Reflexionando, ¿por qué no podría creer que ella pudiera llegar a ser rica? Y luego, ¿qué tiene de malo trabajar para ser rico? ¿Es motivo de burla? La superación nunca debe ser motivo de risas.

En este caso, mis prejuicios me jugaron una mala pasada. Vi a la mujer, su vestimenta, escuché su historia y limité sus capacidades. Nunca más. Lección aprendida.