Nangeli, en un acto de protesta, se amputó los senos, lo que contribuyó a la abolición del “impuesto sobre los senos” o Mulakaram en la India del siglo XIX. Esta ley obligaba a las mujeres de castas bajas a pagar para cubrirse el pecho; quienes no podían costearlo debían permanecer desnudas en señal de sumisión.
La brutalidad de esta norma encuentra ecos en restricciones actuales, como la tutela masculina en Arabia Saudita, que limita las libertades de las mujeres al impedirles tomar decisiones sin la autorización de un tutor varón. También en la imposición del hijab en Irán y en Brunei, donde la aplicación de la sharía permite castigos como la lapidación por ciertas conductas. En Corea del Norte, el acceso a información externa está severamente restringido, con penas extremas por poseer medios extranjeros.
En Estados Unidos, la reciente promulgación de la Ley Laken Riley ha intensificado las políticas migratorias, otorgando a las autoridades federales y estatales mayor poder para detener y deportar a inmigrantes indocumentados en circunstancias humillantes, incluso cuando su único delito es precisamente la falta de documentos. Esta legislación ha generado preocupación por su aplicación en lugares previamente considerados seguros, como escuelas, iglesias y hospitales.
Activistas han denunciado que agentes migratorios han intervenido en instituciones educativas para identificar a niños indocumentados, generando un clima de temor entre las familias inmigrantes. Esta situación ha llevado a muchos padres a optar por no enviar a sus hijos a la escuela, afectando así su educación y bienestar emocional.
Además, se han reportado operativos en hospitales y otros espacios públicos, lo que ha generado críticas por la deshumanización de las políticas migratorias y su impacto en comunidades vulnerables. Estas medidas están fomentando la xenofobia y el odio. La historia ha demostrado cómo la legislación puede ser utilizada para oprimir y controlar a poblaciones específicas.
Es momento de generar debates sobre la ética y la humanidad, de evaluarnos como seres pensantes, sensibles y en constante lucha por los derechos fundamentales. Aún queda mucho por avanzar; hagámoslo con el menor sufrimiento posible.