El populismo, tanto a derecha como a izquierda, se extiende por el mundo y con los mismos resultados: mucha palabrería barata y pocos resultados.
Santiago Abascal, que nunca ha trabajado en nada de nada que no sea la cosa pública, defiende la imposición del servicio militar para los jóvenes españoles y acabar con todos los chiringuitos, unas propuestas realmente paradójicas cuando él mismo no hizo el servicio militar y ha convertido a Vox en el reino de los chiringuitos, creando sindicatos, periódicos, fundaciones y organizaciones a su alrededor financiadas por todos nosotros sin que ustedes los sepan siquiera. Gasta algo más de siete millones de euros en mantener sus chiringuitos y a sus paniaguados.
Otro de los ínclitos caraduras locales, Pablo Iglesias, aseguraba en el año 2011, en que fundó Podemos, que iba a acabar para siempre con las puertas giratorias, es decir, con los chollos que se buscaban los políticos cuando dejaban su actividad pública. Tras dejar la política, Iglesias ha trabajado, al menos, en catorce o quince sitios -si es que llevo bien la cuenta y no son más-, y nunca tantos políticos de izquierda han estado sentados en más puestos de consejos de administración, empresas públicas y todo tipo y chollos al uso, como bancos, compañías eléctricas y otros momios. Una de ellas, Beatriz Corredor, ha sido una de las principales protagonistas del reciente apagón eléctrico padecido en España y al día de hoy, dada su nula preparación para nada de nada, todavía no tiene respuestas al mismo. Ni las tendrá.
Pero esta conducta local es global, tal como podemos ver en otras partes del planeta. En Colombia, el famoso “cambio” que supuestamente iba a traer Gustavo Petro ha terminado en un fiasco total, donde casi toda su familia está envuelta en mil y un escándalos y se ha enriquecido súbitamente, mientras él se dedica a viajar sin sentido ni dirección, gozando de todo tipo de lujos y despilfarrando los dineros públicos sin miramientos, con comportamientos de auténtico sátrapa y mostrándose en público incluso en estado de ebriedad. El cambio colombiano acabó en aguas de borrajas amargas y la izquierda dio sobradas muestras de ineptitud, ineficacia, vulgaridad y torpeza. Aparte de ladrones, son unos soberanos inútiles.
Sin embargo, quien se lleva la palma en estas olimpiadas del populismo barato es la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum aprendiz de bruja de ese gran farsante que fue su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, AMLO, que ha convertido a México en el reino del hampa, el narcotráfico y la criminalidad. Veinte de las ciudades más peligrosas del mundo, según varios análisis y estudios, se encontraban en México en el 2024. Gracias a la política de este tándem de inigualables oportunistas y demagogos, que apelan desde su alma “guevariana” a la política de “abrazos y no balazos”, han llevado a este país a una tasa de homicidios que es la más alta de América Latina en términos cuantitativos, con algo más de 30.000 homicidios en el 2024, y en aumento, pues ese año creció un 1,2% con respecto al año anterior.
Luego, una vez haya destruido su país hasta los límites infernales que pueda, nos imaginamos que hará lo mismo que la esposa de AMLO, Beatriz Gutiérrez Müller, quien ya ha solicitado permiso de residencia en nuestro país para venir a cursar estudios y dejar atrás esa pesadilla en la que han convertido a su maltratada patria, pese a que la sujeta es una detractora de España y ha solicitado públicamente al Rey de España “perdón” por haber “colonizado” a ese país. Los populistas, como el ecuatoriano Rafael Correa o el argentino Alberto Férnández -con residencia casi permanente en Madrid- son los primeros en abandonar el barco antes de hundirse definitivamente. Tontos, desde luego, no son. Continuará.