Disquisiciones

Arquitectura expresión de las bellas artes

La creación como arte deja huellas en las arenas del tiempo y constituye una expresión melódica de la vida. Quien diseña refleja talento, identidad y estilo de la obra donde deja trozos de su alma, que en la construcción, parece comparable a la mujer que inspira al poeta.

El arquitecto diseña en el pliego de papel sus pensamientos. Desboca su idea en dibujos con líneas largas, rectas, horizontales. Crea un mundo de espacios abiertos y ventanas grandes que abre puertas de oro al futuro, con pisos que rematan en una aguja o en rascacielos con cristales que buscan el cielo luminoso que besa las nubes que acaricia el sol.

Si ese creador está frente a una roca en un acantilado sobre el mar, seguramente piensa en las piedras iluminadas por la tenue luz y en lo que podría hacer con ellas. Entonces, con un lápiz acaricia el papel para empezar a proyectar y dibujar. Sus manos cruzan como relámpagos que rasgan un dibujo que marca líneas negras sobre la acuarela. Crea un ángulo del diseño donde las líneas sobresalen vigorosas como repujadas en el pliego. Y de pronto, todo lo que imagina queda en la hoja donde solo él ve paredes desnudas de piedras, con largas hileras de ventanales por los que entra la luz del cielo, mientras sus ojos brillan con entusiasmo al plasmar rectángulos en las ventanas iluminadas de lo que será finalmente su obra.

El arquitecto logra en bosquejos una casa que parece diseñada por la roca. Es como si la piedra hubiese crecido proclamando su propósito por el cual estaba esperando. Logra una casa de niveles, que siguen la superficie de la roca y sube gradualmente en planos de armonía. Las paredes, del mismo granito que la roca, continúan sus líneas verticales hacia arriba. Las amplias terrazas salientes, de hormigón, de plata, como el mar, siguen las líneas de las olas y del recto horizonte. Hasta que logra la versión definitiva de una construcción envuelta en un papel de seda sobre la mesa de su taller. En poco tiempo aquella idea se refleja en paredes de ladrillos rojos, ventanas equipadas con colores, una gran terraza voladiza sobre el mar, la casa provista de una entrada de columnas que soportan el frontón quebrado como una pequeña aguja con una veleta desde donde se divisa la ruta invisible de una gaviota que rubrica el horizonte azul.

De un acantilado donde construye la idea, el creador es un intérprete de la sinfonía del mar en el viento que por los corredores de la casa-veleta arrastra una hoja pródiga que susurra al caer a tierra, y encuentra entonces, que el sonido primaveral, tenue y cristalino, transforma aquel espacio en  expresión de vida y regocijo.

El arquitecto utiliza creatividad, imaginación y estética en el trabajo que es su vocación innata, como Julián Rincón Pulido desde su taller de arte y construcción en París, el cofre donde desarrolla un maravilloso talento visionario.