La historia de Paraguay recoge una serie de episodios únicos en toda América Latina, una nación cuyo idioma ancestral: el guaraní, con sus diecisiete dialectos regionales, no llegó a la escritura y aún se conserva como lengua oficial conjuntamente con el español.
Un pueblo que ha tenido que defender su soberanía en múltiples ocasiones con una lamentable ofrenda de sangre y lágrimas, soportando tormentos y vicisitudes, como cruentos gobiernos que han ejercido el poder y hasta su aislamiento muchas veces de la Comunidad Internacional.
En el año de 1864 estalló la Guerra de la Triple Alianza contra Uruguay, Brasil y Argentina, causando tales estragos que perdió casi el 75 % de su población y llegó a quedarse prácticamente sin población adulta masculina, teniendo que importar hombres para la reproducción de su pueblo, con la tarea de compartir su lecho con la mayor diversidad posible de féminas como una obligación moral para construir una nueva sociedad, la cual había desaparecido producto de la guerra.
Otro episodio épico de importancia fue la Guerra del Chaco (1932-1935), que se escenificó en contra de Bolivia por el control del Chaco Boreal, en la que los hombres paraguayos alcanzaron la victoria, quedándose con las tres cuartas partes del territorio disputado.
Pero también ese país ha soportado el yugo de varios regímenes absolutos, en el siglo XIX: José Gaspar Rodríguez de Francia, “El Supremo” (1814- 1840) y Carlos Antonio López, (1844-1862); y en el siglo XX: Higinio Morínigo (1940-.1948) y el General Alfredo Stroessner (1954-1989).
Augusto Roa Bastos (1917-2005) a través de sus novelas denunció con valentía las distintas dictaduras que se han sucedido en su país, lo que le costó su exilio en Argentina y Europa por más de la mitad de su vida, siendo voz de rebeldía que se levantaba contra gobiernos injustos, contra la opresión y el genocidio, y en fin contra todo tipo del explotación humana.

Roa Bastos es el autor de tres novelas magistrales en la literatura latinoamericana, a las cuales se le ha denominado la Trilogía paraguaya: “Hijo de hombre” (1960), “Yo, el Supremo” (1974) y “El fiscal” (1993).
Con su voz pausada pautaba que “escribir un relato no es describir la
realidad con palabras, sino hacer que la palabra misma sea real”, teniendo una profunda conciencia del papel del escritor comprometido en servir a los más nobles intereses de su pueblo, como especial era su patria: una sociedad “sencilla y que aún vive con sus rasgos autóctonos e identificación cultural de tradición meramente oral”.

Este magnífico novelista buscaba en su escritura desvelar los enigmas de la vida salvaje, explorar el misterio del que procede la violencia, las contradicciones y agresividad que se encuentran entre los hombres, pero también convertir en escritura su convicción antagónica de la grandeza y miseria del ser humano.
“Hijo de hombre” es una novela donde se relata la Guerra del Chaco, en la que fue parte del grupo de voluntarios que participó en la contienda bélica entre Paraguay y Bolivia en los años 30. En esa obra se integran mágicamente dos lenguas y dos realidades para servir de instrumento auténtico de expresión literaria.
“Yo, el Supremo”, su novela más importante, resulta ser una evocación histórica de la vida de José Gaspar Rodríguez de Francia, dictador de Paraguay por 26 años, que fue una figura siniestra y a la vez fascinante, un déspota ilustrado, a quien el pueblo mitificaba; que ejercía su poder de manera omnímoda y otorgaba el derecho a vivir o a morir de sus gobernados, llevando a su país a un aislamiento total del exterior.

“El Fiscal”, la tercera obra de su trilogía, fue destruida una vez por el autor, por considerar que la novela quedó fuera de lugar y no era el momento oportuno para su publicación, ya que su país acababa de salir de la dictadura de Alfredo Stroessner, abatido en 1989, y los hechos variaron la trama.
Desde la publicación de “Yo, el Supremo” en el año de 1974, permaneció casi dos décadas encerrado en un silencio editorial hasta el año 1992 cuando publicó “Vigilia del Almirante”.
En nuestras largas conversaciones en Mollina, Málaga, se refería sobre su concepto de “fijeza mortuoria de la escritura” y su “pérdida casi total de la fe y la confianza en la literatura como un vehículo de comunicación y de incitación a la gente a mirar con ojos críticos una realidad que contiene una serie defectos y monstruosidades”.
“Vigilia del Almirante” marca el reencuentro de Roa Bastos con sus lectores, un interesante texto de ficción sobre la figura de Cristóbal Colón, una historia de colonizadores y exterminios, en la cual se trata la repercusión del descubrimiento de América y la Evangelización del Nuevo Mundo, y analiza la naturaleza del hombre partiendo del acontecimiento histórico de 1492, lo que le permitió afirmar que “los seres humanos somos la especie más feroz que puebla el planeta, puesto que no la absuelve de esa violencia la sabiduría ni el uso de la palabra”.
La historia de Colón la concibe como un núcleo de violencia, puesto que él presenta el modelo de la conquista, de la esclavitud y de la explotación. Colón “no es solamente un descubridor, sino el precursor sobre todo de la colonia, de la conquista y de la explotación del nativo”.
En la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América, tomó parte en la polémica que se generó, colocando en su justa dimensión la trascendencia de ese acontecimiento, que como parte de la historia resulta ser complejo y contradictorio, con sus aportes y transgresiones.
En esa ocasión, Roa Bastos explicaba que “los imperios son los imperios y producen este tipo de consecuencias terribles. Antes incluso de la llegada de Colón a América los aztecas, los incas, los mayas habían destruido también pueblos. De modo que la categoría de lo que llamamos el imperio produce este tipo de cosas. En el caso de España, por ejemplo, no vinieron solamente a explotar sus riquezas o la mano de obra indígena; también produjeron cosas dejaron unas maravillosas construcciones por toda América Latina que fueron producto de la colonia. A ello habría que añadir el fenómeno del mestizaje”.
Siempre con sus palabras medidas y precisas, sus gestos dóciles y su mirada profundamente inquisidora, se acercaba con cierta timidez a nuestro grupo de jóvenes de Hispanoamérica, que buscábamos respuestas sobre el compromiso que conlleva ejercitar la palabra como noble instrumento al servicio de la humanidad. Una experiencia única.