Vivimos en una sociedad que venera la belleza y la juventud. Las arrugas se corrigen, las canas se esconden y los filtros digitales borran cualquier rastro del paso del tiempo. Parece que tenemos prohibido envejecer. Sin embargo, por mucho que lo neguemos, todos envejecemos… y nuestros dientes también.
El diseño de una sonrisa no debería aspirar a la perfección, sino a la armonía con la persona que la lleva. La sonrisa expresa felicidad, empatía y conexión; tiene una influencia favorable sobre los demás y refleja parte de quiénes somos. Una sonrisa “perfecta” no es la del anuncio ni la del filtro, sino aquella que se adapta a nuestra edad y conserva su naturalidad.
Desde el punto de vista estético, se considera que una sonrisa equilibrada está compuesta por labios simétricos con respecto al rostro y la nariz, encías cuidadas que se muestren poco o nada, y dientes superiores más visibles que los inferiores. Esos dientes, por supuesto, deben estar alineados, limpios y sin manchas. Pero más allá de la técnica o la ortodoncia, lo que realmente se busca hoy es una sonrisa auténtica, natural y real, personalizada según la edad y el carácter de cada persona.
Y si además, a esa sonrisa la acompañan unos hoyuelos, entonces rozamos lo que muchos llaman una “Sonrisa de Hollywood”.
La sonrisa es un gesto antiguo, los primates ya sonreían antes de que nosotros existiéramos. Es un acto innato: sonreímos al nacer e incluso dentro del vientre materno. Es probablemente, la primera forma de comunicación emocional que tenemos.
En la era de las redes sociales, la sonrisa se ha convertido en una especie de pasaporte social. Nuestra autoestima y la manera en que nos mostramos ante el mundo están íntimamente ligadas a ella. Una sonrisa bonita —sea natural o diseñada— puede abrir puertas, suavizar encuentros, generar confianza. Nos hace parecer más seguros, más cercanos y accesibles.
Con un gesto tan sencillo como sonreír podemos transformar un día, conectar con otras personas y hacer más llevaderos los altibajos que componen la vida cotidiana. Por eso es fundamental sentirnos a gusto con nuestra sonrisa, cuidarla, y sobre todo, mostrarla sin miedo.
Y hago mención a Laurence Sterne en el siglo XVIII: “Una sonrisa puede añadir un hilo a la trama sutil de la vida.”