Disquisiciones

Frente al espejo

Cuando se estudia con objetividad y descarnada sensibilidad lo que sucede en el medio político, sin ambigüedades y contradicciones, encontramos que al explorar su complejidad es necesario partir de incertidumbres no de certezas.

Finalmente frente al espejo aparecen las razones de cómo vamos, para donde y la forma en que se hace. Se reflexiona en el pasado y el presente que se tiene. Aparece en la identidad de quienes gobiernan, si el poder que se ostenta es legítimo y democrático. Si los ciudadanos están de acuerdo que el gobernante lo ha hecho bien o es fruto de lamentaciones.

Esos cuestionamientos determinan la aceptación o no del mandatario de turno, si se avanza social y estructuralmente en todos los sectores, o acaso las propuestas fueron desplazadas por equivocaciones que permiten  vislumbrar un lejano y verdadero norte.  

Es cierto que existen personajes que prefieren ser recordados por su popularidad más que por tener el valor de asumir o decir verdades. Cuantos gobiernos y mandatos al margen de legalidad que han recibido apoyos de la delincuencia, en un repaso por la historia de los pueblos, que da cuenta de la verdadera capacidad de gestión del gobernante, resultados sociales con aplausos y honores recibidos, cuando de pronto resulta una mancha grande que mancilla nombres que la comunidad alaba.           

En la ruta política llegar a la cima, puede llevar a riesgos, de ahí la claridad de pensamiento frente a las opciones electorales, ya que con el tiempo para el elector será la confianza o decepción del elegido. Y para éste, la aplicación de la gramática legal donde los verbos a conjugar son: sancionar, responder, suspender, destituir y condenar.

Cuando la conducta es intachable la permanencia política no admite discusión de ninguna naturaleza. Pero se necesita gobernantes con ideas, no que hagan elaboraciones mentales sin piso real. Generalmente, la imagen suele corresponder a los hechos.

El político es un producto que dentro de las estrategias proselitistas, debe venderse sin importar si tiene o no preparación académica, si tiene antecedentes de corrupción o ineptitud, si ha sido respetuoso o inescrupuloso con el erario público, si sus ideas son realizables o son simple cacareo populista.

Las acciones de muchos políticos están guiadas principalmente por la propaganda, donde gustarle a la gente parece ser más importante que expresar convicciones propias, para no correr el riesgo del descenso en la escala de opinión. En la práctica, basta por lo menos una vez saber vender al político, para que él asegure su ambicioso futuro, lejos de dar respuesta a las verdaderas necesidades que reclama la sociedad.

Pocas veces aparece alguno que confiese sus auténticas ambiciones,  y que afirme no se metió al oficio de la política para ser popular. Cuando surge alguien así, tal vez existen mejores esperanzas, y los ciudadanos saben lo que viene, en lugar de correr riesgos del juego determinante de la publicidad por encima de todo donde terminan actuando al son de lo que les digan sus promotores de imagen.