Cinco sentidos

Valencia, la larga lluvia

Traigo hoy a mis palabras el recuerdo, no casual, de este cuento de Ray Bradbury,  donde unos astronautas aterrizan en un planeta donde nunca cesa la lluvia. Las de  2025 han sido, según los más memoriosos, las Fallas Valencianas más lluviosas de la  historia, o han estado muy cerca de serlo. 

Cuando llegué por primera vez a Valencia allá por 1986 me enamoró su sol, sus sonidos  por la calle, su pólvora y sobre todo la cercanía de su gente, Valencia fue mi puerta a  España y poder reconocer la historia de nuestros abuelos que emigraron a América.  Como argentino, crecí con las historias del Viejo Continente, de esas familias dejadas  atrás, de los sueños y la aventura de enfrentar la inmensidad de un océano que  transformaba el pasado, en eso, pasado, todo era porvenir, y allí donde se llega sin  historia, donde uno camina por las calles sin el habitual reconocimiento de los vecinos  y amigos.  

No es fácil para alguien que emigra atravesar la realidad de ya NO SER y el enorme  desafío de comenzar a SER DE NUEVO, no es fácil estar en una reunión y no reconocer  las historias comunes, los nombres de los personajes preferidos, de los juegos de  infancia, a todo lo que uno puede aspirar es a escuchar, y siempre la escucha me ha  permitido aprender. Allí aprendí a amar esa tierra, donde la vida no fue sencilla en  muchos momentos de la historia, donde cada persona se abrazó a la bendición de esa  tierra y de sus tradiciones y la llevaron allende los mares a cada lugar a donde fueron.  

A veces se habla de las Fallas como un gasto extraordinario, como una molestia a la  vida cotidiana, yo no puedo más que seguir enamorado de las Fallas, y me enamora el  trabajo de los artistas, y toda la vida de esas Fallas. Los trajes, los peinados, cada detalle de cada persona (miles de personas trabajan, participan y son absolutamente  necesarias). Pero de todas las etapas de las Fallas la que más me llena el alma, es la  Ofrenda a la Virgen de los Desamparados, a mis 18 años me he colado como fotógrafo  desfilando al lado de las Falleras y desde ese 1986 hasta hoy, cada vez que pude  presenciarla, he vivido con emoción esa incesante procesión de flores y los vestidores  dibujando el Manto con arte y destreza, una peregrinación de amor y Fe de los  Valencianos por su Madre. 

Este año la lluvia ha marcado una señal desde el Cielo, un indudable recordatorio de  aquel 29 de octubre de 2024 y la Dana, tan presente en el sentir de cada valenciano, y  de cada español, y cada ser humano del lugar del mundo que sea y ha vivido de cerca  ese drama, la lluvia nos marca sin ninguna duda la frase más repetida por cada uno de  los damnificados NO NOS OLVIDEN. Como en aquel cuento de Bradbury, la lucha 

contra la naturaleza es muchas veces implacable, los daños ocasionados irreparables,  pero la necesidad de recuperar la Esperanza es absolutamente necesaria. El pueblo  Español ha demostrado esa capacidad de Resistir y de abrazar al que necesita ser  abrazado y esto me sigue enamorando, porque sé que después de esta lluvia brillará el  sol y que del barro crecerán las flores más bellas para llevar a la Virgen cada año.