Quisimos revisitar algunos pueblos y ciudades de Castilla, Galicia y Asturias con paso lento, saboreando el tiempo, sin afán alguno, placentera costumbre que nos ha llegado con la edad.
¡Qué hermosa que es España! Nunca deja de sorprendernos. Tuvimos la suerte de encontrar varias ciudades de fiesta. En Salamanca, nuestra primera parada, se celebraba la Virgen de la Vega. En la magnífica Plaza Mayor asistimos a toda clase de conciertos y a exposiciones especiales, por toda la ciudad. La noche presenciamos los más hermosos fuegos artificiales que he visto en años, lanzados desde el centenario Puente Romano. Lo más fastuoso fue la misa en la Catedral, vestida de gala, con desfile de la Virgen con sus estandartes, sus caballeros, los representantes de la comunidad, la universidad y el gobierno y un coro de 30 voces y sus dos órganos. Si volviera a nacer, aquí quisiera estudiar y vivir en algún cuartillo cercano a la Casa de las Conchas.
En León, nos hospedamos en un hotel con balcón sobre la plaza que se vestía con dorados en las madrugadas. La fachada de la Catedral, del siglo XII, con sus destacados vitrales y, en las noches, su contorno completamente iluminado, son un espectáculo inolvidable. En la región nos animamos a recorrer los 2 ½ km. en las cuevas de Valporquero, entre estalagmitas y estalactitas de millones de años. Luego, rematamos comiendo un plato de excelente cochinillo y otro de costillitas de cordero lechal en un restaurante de carretera entre la alegre cháchara y el humo de los cigarros, de los campesinos locales.
Muchos pueblos bellos y sorpresas por el camino hacia Santiago. Apresuramos el paso para llegar a la misa de peregrinos del mediodía del domingo. La suerte nos acompañó. Ese día “voló” el botafumeiro. Es imposible describir la emoción que produce este ritual que se ha repetido por siglos y siglos. La velocidad y la fuerza como vuela el enorme incensario no deja de ser “aterradora”. Luego celebramos en el Hostal de los Reyes Católicos, con vieiras, zamburiñas, navajas y vino.
Visitamos La Coruña y su colosal faro construido por Trajano o, como dice la leyenda, por Hércules. Y la maravillosa “Playa de las Catedrales” cercana a Ribadeo.
Recorrimos los pueblos de cada una de las Rías Bajas, comiendo lo que dan sus aguas, maravillosos peces y mariscos, siendo mi preferida la Ría de Vigo y Baiona con su parador. Igual de bellos, son los riscos y acantilados de las Rías Altas. En el pequeño santuario de San Andrés Teixido, perdido entre la niebla, (Ría de S.M, de Ortigueira), oímos a un recio sacerdote oficiar una conmovedora misa, en esta tierra de pescadores de percebes.
En Oviedo vivimos las celebraciones de San Mateo. Frente a su Catedral la banda de gaitas, con 75 músicos, tocó y desfiló en honor de su patrono. En Gijón, disfrutamos de la feria de quesos producidos en los Picos de Europa, donde pasaríamos unos días.
Burgos y su Catedral, una de las más grandiosas de España, nos iluminó el alma. Rematamos el viaje en Santander, en el tradicional hotel Real, con su espectacular vista sobre la Playa del Sardinero, el hermoso brazo de mar y sus playones.
Aquí solo un abrebocas de nuestro divagar por estos lares inolvidables.