A Volapié

El pensamiento de suma cero

Este pensamiento está muy extendido en materia económica a pesar de que es absolutamente falso. La economía no es un juego donde unos ganan a costa de otros, por lo que no se puede afirmar que la pobreza es consecuencia de la riqueza. Esta idea, defendida por la extrema izquierda e incluso por la iglesia, es fruto del desconocimiento, además de un eficaz método de manipulación de las masas. 

Los futuros, o las cartas, sí son juegos de suma cero donde lo que uno gana lo pierde el otro. En las economías libres, o de mercado, la riqueza se crea mediante la inversión, el emprendimiento y la innovación. Cuanto más libres, más acusado será este fenómeno, de manera que la expansión sostenida del PIB permitirá que muchos puedan mejorar su posición económica sin por eso dañar la de otros. 

La generación constante de riqueza mediante el mercado es lo que ha reducido enormemente la pobreza en el mundo desde hace más de dos siglos, especialmente en Occidente y en Asia. Las políticas coercitivas de redistribución tienen un impacto positivo pero menor porque actúan como un cepo que lastra enormemente el crecimiento económico. Desde mediados de los 90, cientos de millones de personas han salido de la pobreza en China e India gracias a la sustitución de las instituciones marxistas y socialistas por algunas de las instituciones del libre mercado. Gracias a esto China es hoy una potencia que rivaliza con los EE.UU. Lo mismo puede decirse de gran parte del sudeste asiático desde los años 50. 

Los países donde gobiernan aquellos que creen que la economía es un juego de suma cero, como es el caso de partidos como Podemos o Sumar, siempre son pobres porque imponen instituciones estatales extractivas de las que ellos y la burocracia son los principales beneficiarios. Podrían incentivar la creación de riqueza, para lo cual deberían fomentar la libertad económica y política, pero no lo hacen porque perderían el poder y los enormes beneficios económicos que este les reporta. Su parte de la tarta es mayor cuando esta es pequeña y la forma de engañar al pueblo es manipularlo con el falso discurso de la suma cero.  

Esta idea falaz ha provocado el rechazo de bastantes inversiones extranjeras en Asia, África e Iberoamérica con el equivocado argumento de que iban a llevarse la riqueza del país. Los beneficios repatriados son una parte pequeña del valor añadido generado pues la mayor parte queda en el país de destino. Sin inversión no puede haber prosperidad, y dado que la inversión interna brilla por su ausencia, si rechazamos la que viene del exterior, condenamos al país a la pobreza.

Esta idea de la suma cero, combinada con el recelo al beneficio, es el origen de muchas de las políticas que mantienen al tercer mundo en la pobreza y también del resentimiento hacia las minorías económicamente exitosas. Es el caso de la expulsión o discriminación de los judíos de medio mundo, o la de los chinos en Malasia e Indonesia porque prosperaban notablemente y repatriaban dinero a sus familias, lo cual era visto como un expolio por los adalides de la suma cero. 

Ni los inversores ni los inmigrantes llegan a un país para compartir o detraer la riqueza que ya existe en él. Generan riqueza adicional para sí mismos y en el proceso benefician a la sociedad en la que se instalan. 

En materia de inmigración esto es verdad en la mayoría de los casos ya que la mayoría viene a trabajar y a emprender. Sin embargo, hay algunos colectivos que no suman sino que restan. Son aquellos que pretenden vivir extrayendo rentas al estado y a la sociedad, de la misma manera que lo hacen los políticos y burócratas defensores de las políticas basadas en la teoría de la suma cero.