Andanzas. Vivencias. Poesía.

La novela El Jardín de Atocha, una curiosidad literaria y mucho más

Cecilia Castro Lee
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La novela, El Jardín de Atocha, (1990) escrita por Carlos Rojas Vila, (Barcelona 1929-2021) es ciertamente una curiosidad literaria en torno a Cervantes y sus criaturas: El Hidalgo y su Escudero. El narrador de la novela, un supuesto escritor del siglo XX, (o sea Rojas mismo), cuestiona las razones humanas y literarias por las cuales Cervantes tarda casi diez años en escribir la segunda parte de su novela. Para la voz narrativa este silencio de Cervantes resulta ser el “más fascinante ínterin de la literatura española” y “el más prodigioso entreacto de la entera comedia humana”. Esta voz narrativa conjura a Cervantes y va destejiendo el tapiz de su biografía hasta llegar al alma de su personaje, con sus luces y sus sombras. Este encantorio nos pone ya en un espacio mítico y fantástico. Por eso el narrador se refiere a su novela como una fábula. La supuesta crisis de Cervantes en su dilema entre escribir o no escribir toma un nuevo cariz ante el desafío que implican Avellaneda y su Quijote Apócrifo. Entonces, la novela adopta el paradigma de la novela de intriga y misterio con el doble propósito de reconstruir la narrativa interior de Cervantes y el de desenmascarar a Avellaneda.

El trasfondo de la novela lo da la encrucijada del Renacimiento y el Barroco entre la euforia de un Madrid que enloquece con la lectura del Quijote y el desengaño de la época. La novela reconstruye el mundo y el mundillo de Cervantes, Lope y Góngora mientras nos hace sentir el palpitar de su tiempo. Por las calles y caminos, tabernas y posadas, en las nieves de Esquivias o en las playas de Argel, Lepanto, nos presenta la realidad vivida por Cervantes y los destinos que se entretejen con el suyo. La Ziffirina, Ana Franca y Catalina, las tres mujeres a quienes Cervantes amó en diferentes épocas de su vida entran en la trama evocando dichas y desdichas, nostalgias y pesares. En las confesiones que hace Cervantes se aprecia la íntima relación entre su vida y su creación. Así, Cervantes, en la novela de Rojas, describe el Quijote como “Parábola de mis desengaños”. Pero sus lectores lo han tomado como “una bufonada, solazándose en mis desengaños”.

La novela El Jardín de Atocha se divide en tres partes con los títulos “El Jardín”, “El Tapiz”, Y “El Río”. El jardín se refiere al título de la novela, El Jardín de Atocha, lugar que remonta a la infancia de Cervantes en compañía de sus hermanos.  La infancia: paraíso libre de nostalgias y temores. Hay en este jardín una estatua de Jano con su doble faz, un símbolo significativo en la novela por los dobles que vendrán a confrontarse. Así mismo, el jardín como espacio estético-mítico corresponde al arquetipo idílico y pastoril, el lugar refugio y a la vez lugar de prodigios. Ya mayor, Cervantes regresa al jardín de Atocha o de Jano. Es allí donde, surgidos de las sombras se le aparecen los espectros de sus criaturas, el Hidalgo y el Escudero.  Luego de reconocerse como creador y criaturas, sus personajes le suplican que, por favor, prosiga con el relato de sus hazañas, para que ellos puedan realizarlas, es decir para poder existir. “Cuente nuestras andanzas como antes lo hizo. Denos nuevas aventuras que correr. Mi amo y yo queremos seguir con nuestros papeles”. Y el Hidalgo agrega: “Si su señoría abandona el libro nos condena al encierro en este huerto como en un limbo. Aquí nos consumiremos aguardándole”. Solo su creación puede constituirse en vida y liberación. Displicente, El Escudero lo acusa de temer que la buena suerte de la primera parte no se repita, tentando así la mala suerte. “Se me hace que el Señor es medroso, aunque sea viejo soldado”. Colmada su paciencia, Cervantes les recuerda que ellos son criaturas de su imaginación. “Sois sombras de sombras; reflejos de lo que solo existió en un altillo de mi imaginación”. El escudero le refuta asegurándole que, aun siendo sombras, más se habla de ellos que del señor y que ya sus aventuras han sido narradas en muchas lenguas. Su fama, increpa Cervantes, “es fabricación o espejismo de un brujo mordaz”.

Estas disquisiciones, entrañables y angustiosas, continúan en un segundo encuentro. Los espectros le manifiestan nuevos temores. Le hablarán de un impostor. El Hidalgo le dirá: “Alguien que no es nuestro autor pergeña la otra parte de la novela, alguien os la usurpa. Tanto tarda en imprimir la suya, que semejante tentación pudo sentirla cualquier otro cronista”. Comprende entonces Cervantes que él mismo ha dado pie para esta nueva burla del destino. Al haberle atribuido a su obra tantos narradores ficticios y el haber acudido a tantos recursos irónicos para dar veracidad a su historia propiciaba, sin quererlo, la intromisión de un narrador de la realidad. Don Quijote y Sancho le confiesan a su creador la agonía de vivir una doble existencia. Le manifiestan su humillación de verse convertidos en el hazmerreír del populacho.” Le dicen que es un hombre cruel si no prosigue con su historia. En este punto Cervantes reflexiona sobre su propia condición. 

Contempla con gran ironía su increíble pobreza a pesar de que el mundo lo admira y lo envidia. Ante la visita de unos embajadores franceses que quieren conocer al gran autor del Quijote, Cervantes, avergonzado de su miseria, se hace pasar por su criado. Se regocija íntimamente con la burla que hace de sus aduladores. Confrontado consigo mismo, ve con tristeza que su destino ha sido destruir a quienes lo amaron inclusive su esposa, Catalina. Además del desamor de su hija Isabel y de su hijo Promontorio a quien nunca llegó a ver. Sin embargo, vemos que Cervantes se entrega a la tarea de escribir la segunda parte de su novela. El narrador concluye que el mundo no le debe a Avellaneda su pobre imitación de Cervantes sino el haberlo despertado de su letargo para dar fin a su obra.

La pesquisa que la novela lleva a cabo para desenmascarar a Avellaneda nos presenta una intrincada serie de personajes que sucumben a la tentación. Se dramatiza esa obsesión de su época, por leer y por escribir que explica, en parte, el plagio de Avellaneda. Demuestra cómo las exigencias de un público lector afecta el curso de la escritura. Las cartas entre Lope, Góngora y Avellaneda, en el entramado de la fábula, muestran su envidia y su deseo de ridiculizar a Cervantes. Góngora, menos envidioso, se dedica a hacer un estudio comparativo de las dos versiones. Por su parte, Avellaneda manifiesta su desengaño ante el olvido en que se encuentra su obra, relegada ante la presencia de la segunda parte de Cervantes. Se pregunta si su obra sirvió para que Cervantes concluyera la suya. Afirma que “la vida es un retablo de sueños frustrados”.

En una casa abandonada del jardín, Cervantes y sus hermanos, niños aún, encontraron un tapiz colocado frente a un espejo. Este intrincado brocado resulta ser la imagen visual de la novela de Cervantes con sus personajes y sus andanzas, o sea el inconsciente del autor que con el tiempo aflorará en la escritura. En la tela conviven lo vivido y lo soñado. El tapiz es un ejemplo de ekphrasis invertido donde la vida y la novela se congelan en una pintura. Pasados los años, Cervantes y los espectros de sus criaturas entran a la casa y con gran asombro y muchas risas contemplan su destino anticipado en el tapiz. Al voltearse se ven en el espejo desdoblados hasta el infinito. Ese juego de imágenes y perspectivas prefigura la compleja estructura temporal y espacial de la novela El Jardín de Atocha cuyo objetivo ha sido reflejar el abismo del alma de Cervantes. El tapiz muestra un mundo en caos, una crisis interior donde Cervantes se ve reflejado y servirá para que encuentre las pruebas que tendrá que vencer para realizar su destino. 

El Río como espacio estético-mítico corresponde en la fábula de Rojas, al concepto de triunfo y apoteosis. Todo el pasado y el porvenir de Cervantes se evocan y trascienden en esta epifanía. El río es una sugestiva imagen visual que nos da un atisbo de la eternidad o el retorno al paraíso que para Cervantes ha de ser “su libro abierto convertido en paisaje”. Cervantes se embarca en este río de aguas luminosas en cuya orilla lo aguardan jubilosos todos los seres de sus sueños y desvelos. La imagen del río corresponde al esplendor de una epifanía donde el velo del universo visible se rasga para darnos destellos de inmortalidad. En última instancia, el jardín, el tapiz y el río son paisajes poéticos del alma, y metáforas de la compleja historia de un hombre, un creador, convertida en literatura. 

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Yo traduje esta novela al inglés con el título: The Garden of Janus, publicada por Fairleigh Dickinson University Press, 1996. Después de un curso sobre El Quijote en inglés, esta novela de Rojas con todos sus recursos narrativos y estilísticos abrió nuevos horizontes a los estudiantes sobre Cervantes y sus desafíos vitales y literarios. Mi libro El sueño de la Razón y la pesadilla de la Historia es un estudio crítico de las tres trilogías de Rojas que se consideran su obra de madurez.

Carlos Rojas nació en Barcelona. Siguió sus estudios de licenciatura en filología y lenguas romances en Barcelona. Recibió su doctorado en la Universidad Central de Madrid. Desde 1960 hasta 1996 fue profesor en la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia. En su retiro se le concedió el título Profesor Emérito Distinguido. Yo tuve el privilegio de ser su estudiante para mi doctorado. El Profesor Rojas fue mi director de tesis doctoral sobre Federico García Lorca.

La obra literaria de Rojas, veinticinco novelas, cuentos y numerosos libros de ensayos, se centra en España, en el legado de todos los tiempos, su literatura, arte, historia, cultura, sus grandes logros, sus dilemas, tragedias y sus obsesiones. A la manera de Unamuno, Machado y Valle-Inclán, España es su preocupación y su inspiración. La crítica valora su obra como producto de uno de los intelectuales más destacados de España. Como autor, Rojas lleva dentro de sí un imperativo de trascendencia, de amplitud de horizontes, en eterna búsqueda. Su pensamiento se propone iluminar, explorar la condición humana, valorar al prójimo. Hace una llamada a la conciencia de todos: “Nos falta imaginación para comprender el dolor ajeno”. Como artista, Rojas pintaba collages para iluminar sus libros y valorar a sus artistas favoritos: Velásquez, Goya, Picasso y Dalí.

Sus novelas han sido traducidas a múltiples lenguas. La Universidad de Yale ha patrocinado la traducción de sus novelas al inglés. Rojas recibió los premios más destacados de España: Premio Cervantes, Nadal, Planeta, Espejo de España, Premio Ciudad de Barcelona, Premio Nacional de Literatura, entre otros. El paisaje Pirineo será su paraíso emocional. Cada año regresaba al Pirineo con su señora y sus hijos a su refugio espiritual. Llevo su recuerdo muy dentro de mí y compartí con mis estudiantes el desafío que Rojas nos ofrece para vivir en convivencia, apreciar la importancia del arte y la literatura. Hombre sabio y a la vez muy humano, con un gran sentido del humor dejó un valioso legado.

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