Conciencia histórica y memoria de los relatos

Naturaleza humana y trascendencia (2/4)

Las aspiraciones de objetivación  neurobiológica de cualquier fenómeno psicológico, cada vez más frecuentes, han de enfrentarse a las  limitaciones que impone la propia metodología,  llevando a resultados no raramente discordantes y poco concluyentes.

Por introspección o por simple observación fácilmente podemos admitir que el hombre ha alcanzado el puesto que hoy ocupa  impulsado por anhelos y sentimientos insólitos, difícilmente mensurables.

Martín Santos, a modo de advertencia, dejó escrito: "El espíritu candoroso del médico que vive cada día el avance del conocimiento y la exactitud de sus métodos basados en la positiva ciencia natural, desea y cree posible que "por fin" la Psiquiatría se incorpore a la Biología y, a su través, a la Física. Este candor materialista se encuentra no sólo entre internistas, sino también entre psiquiatras. Aunque supusiéramos cumplido el sueño de la ciencia natural: esto es, que se conociera en un instante dado la posición espacial y energética de todas y cada una de las partículas constituyentes del cerebro humano, no se habría llevado a cabo aquella incorporación. La expresión matemática de este conocimiento físico seguiría siendo incongruente con la vivencia correlativa.(...) No se puede establecer una correspondencia unívoca, ni equívoca, entre las partes de las dos totalidades consideradas; en nuestro caso, un conjunto físico analizable y un estado psíquico irreductiblemente sintético".

En su última época, Laín Entralgo pone en duda que los avances en la investigación neurofisiológica permitan algún día alcanzar un grado de certeza absoluta respecto a lo que en el individuo acontece cuando piensa, cuando imagina y, sobre todo, cuando cree, espera o ama, afirmando que la actividad viviente del conjunto dinámico que llamamos cerebro es y será, últimamente enigmática.

Todo esto nos remite al planteamiento de Aldous  Huxley y P. C. Snow de "la dos culturas":  la de las ciencias estrictamente experimentales, (en las que tienen lugar las investigaciones neurobiológicas, es decir las dedicadas a la naturaleza) y las ciencias del espíritu,(orientadas a la investigación del mundo subjetivo, en el que incluiríamos las vivencias de trascendencia)

Una vez admitida la existencia de ambas culturas, se haría indispensable indagar si los fundamentos, los métodos y los hallazgos guardan alguna forma de relación y compatibilidad.

Para Alfred Stern, lo espiritual no puede ser considerado como un ser específico de la realidad, y por lo tanto, no es posible hablar de un ser espiritual de la misma manera en que hablamos de un ser físico y del ser psíquico. Entre otras razones porque es imposible encontrar un fenómeno espiritual que , en cuanto a su ser, no sea físico o psíquico, o los dos al mismo tiempo. Lo que caracteriza lo espiritual no es un ser, sino un significado.

Stern se sirve de un ejemplo concreto: las palabras, los números, los sonidos, etc, no son, en sí mismos, nada espiritual, sino en su realidad inmediata, algo físico, ya que son fenómenos en el espacio y en el tiempo, Estas entidades llegan a ser algo espiritual por su significado, que va más allá de su realidad física y psíquica. Es por el hecho de significar otra cosa de lo que son en su realidad inmediata física y psíquica por lo que se convierten en fenómenos espirituales.

La transcendencia es espiritualidad, y el misticismo, como estado extraordinario de perfección religiosa que consiste en cierta unión del alma con Dios, un fenómeno espiritual y, en consecuencia, una manifestación de la transcendencia,

Pero dentro de los términos místico y misticismo, además de la vivencia de unión inefable del alma con Dios, se admiten otras acepciones que hacen referencia a lo que "incluye misterio o razón oculta", o a aquello accidentalmente acompañado de éxtasis y revelaciones".

Muchos de estos fenómenos (misterio, inefable deificación, revelaciones, éxtasis) entran a formar parte de cuadros pertenecientes a la clínica psiquiátrica, especialmente  aquellos que pertenecen a la patología delirante-alucinatoria, o conversiva, lo que permite afirmar la existencia de una mística psicopatológica.

La investigación en este terreno ha de mantenerse bajo criterios más científicos que tecnológicos, con especial precaución en los métodos  y el análisis de los hallazgos.

Sin menoscabo del progreso que constituyen los hallazgos en la investigación de las funciones cerebrales, se han de precisar los límites en los que se encuentran al pretender ocuparse de la religiosidad y de las experiencias místicas, por cuanto su validación ha de cimentarse en la psicopatología fenomenológica y no en resultados de escalas neuropsicológicas, diseñadas generalmente con otros fines o en diagnósticos clínicos dimanados de nomenclaturas destinadas a consensos sociosanitarios.

Más en Opinión