Prisma Internacional

Putin impone su agenda política y militar en Washington

Trump dirigió la orquesta en la reciente cumbre de Washington, pero la partitura la había escrito Putin. 

Una de las grandes victorias de Putin no ha sido en el terreno militar, sino en el político, al conseguir imponer su narrativa sobre la guerra al presidente norteamericano, Donald Trump, en el sentido de que Ucrania no tiene una identidad propia y debe tener una “soberanía limitada” bajo supervisión rusa y alejada de la esfera de intereses occidentales. 

Aparte de estas concesiones en el discurso, Trump ha acabado aceptando la irreversibilidad de que Ucrania debe ceder los territorios conquistados por Rusia para lograr una paz “aceptable”, es decir, si se impone la pax rusa que inspira el presidente norteamericano bajo los auspicios de Putin, Ucrania perdería el 20% de su territorio, se vería obligada a reconocer la anexión de la península de Crimea, efectuada ilegalmente en 2014 y no reconocida por la comunidad internacional y  la no inclusión en la OTAN, pese a los anhelos de Kiev en este sentido. 

Las exigencias territoriales de Putin son de sobra conocidas y pasan por la anexión -que ya fue ratificada por el Legislativo ruso oficialmente en septiembre de 2022- de cuatro regiones ucranianas: Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón. Dichas provincias ucranianas fueron anexionadas por Putin tras la celebración de referendos considerados ilegítimos por la comunidad internacional y nunca aceptados como legales por Kiev.

Sin embargo, para Ucrania perder los territorios que todavía conserva en Donetsk, Zaporiyia y Lugansk, como pretende Putin al exigir su entrega, sería un desastre en términos estratégicos y militares, pues estos frentes todavía activos y muy calientes constituyen una barrera de protección frente a Rusia e impiden que las tropas de este país sigan penetrando en el oeste de Ucrania. Se trata, en definitiva, de un auténtico muro defensivo frente a Rusia y sirve de contención a las sucesivas oleadas de ataques rusos desde que comenzó la guerra, allá por febrero de 2022.

Por ahora, Rusia ha ganado tiempo para seguir avanzando en su ofensiva de verano, que ha sido más exitosa de lo que reconocen los medios occidentales pero con un coste en vidas humanas muy alto, y ha conseguido ocupar unos 500 kilómetros cuadrados en apenas tres meses. Putin es una gran experto en marear la perdiz, haciendo perder el tiempo con rodeos o dilaciones innecesarias, evitando ir al grano o tomar una decisión definitiva sobre el conflicto, al tiempo que sigue bombardeando objetivos civiles en las ciudades ucranianas y asesinando vilmente a inocentes sin ninguna vinculación militar. 

A pesar de que a última hora, Trump aceptó la presencia de la Unión Europea (UE) y varios líderes europeos, entre ellos los máximos mandatarios de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, para arropar al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y evitar una nueva encerrona en el despacho oval de la Casa Blanca, tal como pasó en la última cumbre entre el norteamericano y el ucraniano, no cabe duda que quien lleva la batuta, sin estar presente en la cita, es el autócrata ruso. Trump dirige la orquesta, pero la partitura la escribe Putin. 

Finlandizar a Ucrania

Aparte de la victoria política y militar de Putin, hay algo en términos geoestratégicos que tiene una vital importancia y es la finlandización de Ucrania. Durante la Guerra Fría, Finlandia estuvo casi bajo la órbita de Moscú en lo que refiere a su política exterior y en lo que atañía a sus políticas de Seguridad y Defensa. En el contexto de las relaciones internacionales durante la vieja rivalidad entre Occidente y el bloque comunista liderado por la URSS, la finlandización se refería a la política de neutralidad y autonomía estratégica que adoptó este país para evitar conflictos con su potencia vecina más fuerte (Rusia), en particular, que tenía un historial de intervención o influencia en sus asuntos. Finlandia tuvo que afrontar dos duras guerras frente a Rusia -la Guerra de Invierno (1939-1940) y la Guerra de Continuación (1941-1944)- y en las mismas perdió aproximadamente el 11% de su base territorial. Aprendida la lección, el camino era la finlandización para evitar futuras guerras y conflictos. 

Ahora Putin quiere finlandizar a Ucrania y evitar a toda costa su acercamiento -y mucho menos su integración- a la UE y la OTAN-, para dejarla como una entidad política amorfa, desconectada de Occidente y también de Europa y con una soberanía limitada, tal como ocurría durante los tiempos soviéticos con todos los vecinos de Rusia, que sufrieron los zarpazos de Moscú en varias ocasiones (Hungría, 1956; Checoslovaquia, 1968; Moldavia, 1990-1992; y Georgia, 1992). Putin, que vivió como una “tragedia” la desaparición de la URSS en sus propias palabras, sigue viviendo en el pasado y su concepción de las relaciones internacionales se retrotrae a los tiempos de la Guerra Fría. Todos sus planes  para Ucrania son fruto de su educación de burócrata comunista a sueldo del KGB. ¿Acabará imponiendo Putin todos sus objetivos en esta guerra o queda todavía algún espacio para la esperanza? El tiempo nos dará la respuesta.