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El Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca

En los años de su fundación, Alfred H. Barr Jr. definió el Museo de Arte Abstracto de Cuenca como el museo pequeño más bello del mundo. No le faltaba razón al entonces director del Departamento de colecciones del MOMA de Nueva York  implicado junto a los artistas impulsores en la creación del museo, asumiendo con ellos la idea inicial; por tal sintonía y apoyo al proyecto, acabó siendo nombrado Conservador Honorario. El museo es, sin duda, el ejemplo de lo que debe ser todo museo que se precie, pues reúne las funciones principales que son conservar, investigar, exponer y difundir. Y así viene actuando desde su nacimiento, gozando de una saludable vida e identidad que lo hace diferente y único, aunando edificio y paisaje, espacios y colección. Sencillo y poderoso por su significado, fruto de la visión y generosidad de sus creadores abrió sus puertas en el año 1966; todavía sigue conservando los principios que lo hicieron posible, y despertando el interés que suscitó en los primeros momentos de su puesta en marcha; reconocido como un proyecto museístico insólito, fue destacado en los foros internacionales del arte por su vocación universal que es una de sus señas de identidad. 

En las últimas dos décadas del pasado siglo XX, nuevos edificios de autor proliferaron en la Península Ibérica y en Europa, destinados a centros culturales y museos de diferentes contenidos y enfoques, remodelaciones de edificios históricos, con colecciones o sin ellas, en general proyectos costosos a veces sin demasiado sentido ni funcionalidad, más que el atractivo del edificio en sí mismo y que en algunos casos no cumplieron las expectativas. Por el contrario, el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, sigue representando una etapa importante del arte español y se percibe actual, próximo al público, con sus fondos y programaciones de interés. Lo habían iniciado los artistas Fernando Zóbel, con parte de su colección y Gustavo Torner, a la vez codirectores, junto con Eusebio Sempere, Antonio Lorenzo y el fotógrafo Fernando Nuño. De espectacular ubicación en uno de los edificios medievales de las Casas Colgantes de la ciudad, el museo dio al movimiento abstracto español el empuje y la solidez necesarias para la fijación en el tiempo de esa corriente de vanguardia por medio de las colecciones se explican sus variadas facetas como la que representaba la vertiente más lírica  que procedía de los artistas Mompó, Rivera, Rueda, Sempere, Zóbel y  Torner.

La generación de pintores y escultores abstractos que iniciaban su andadura en la década de los cincuenta, Millares, Tapies, Chirino, Farreras, Manrique, Oteiza, Viola, Feito, Chillida, Labra y los mencionados precursores dieron todo el sentido a los motivos fundacionales y son la razón de ser de la institución; esa actitud coherente se comprueba actualmente en los planteamientos y propuestas  que sin alejarse del camino trazado, conectan con la contemporaneidad, manteniendo el carácter diferenciador. 

En los primeros años de vida el Museo recibió miles de visitantes; a mitad de camino entre Madrid y Valencia, se sostuvo con sus iniciativas y seguramente la más interesante fue la edición de obra gráfica de artistas que sintonizaban con ese espíritu estético. Eran tiempos en los que el grabado en sus diferentes técnicas, litografía, aguafuerte o xilografía, gozaba de gran aprecio entre escultores y pintores. Los  escasos coleccionistas se iniciaban, entusiastas, en la adquisición de obra gráfica; los talleres especializados, editoras, Gustavo Gili (La Cometa), Ediciones Polígrafa y las galerías (René Metrás, Juana Mordó, Egam), imprimían y exhibían obra de Millares, Picasso, Fontana, Castillo, Saura, Tapies, Gordillo o Clavé. En esa línea, el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, llegó a tener su propio taller de edición, fomentando con su ejemplo la difusión de una categoría artística, que en aquellas décadas estaba totalmente en auge. Últimamente, con la llegada de las técnicas digitales y la disminución de los tradicionales talleres de impresión, esa práctica se está perdiendo. Quedan, por suerte, testimonios y ejemplos de la inventiva gráfica de esa época que ha sobrevivido al paso de los años, como así ha sucedido con este ejemplar museo que sigue en activo sin renunciar a sus orígenes.