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Los monosabios y su historia

Desde el siglo XV, existen durante la lidia de los toros bravos, además de los toreros, picadores y banderilleros, unos personajes llamados auxiliadores, que antiguamente actuaban, tanto en campo abierto como en los cerrados durante el lanceo.

Estos auxiliadores se denominaban en los primeros tratados de la tauromaquia y taurología “churros” o “churrillos”, que por evolución del tiempo se han venido llamando “chulos” o “chulillos”. Todavía se les conocen como chulo de caballos, chulo de banderillas y chulo de toriles.

Pues bien, a partir del siglo XVIII, los chulos de caballos o pajes como también eran llamados, iban vestidos y en la actualidad siguen vistiéndose con blusa roja o azul, cerrada y floja, pantalón igualmente azul y gorrilla roja. A mediados del siglo XIX, acertó a pasar por Madrid un circo con una cuadrilla de monos que actuaban en el teatro Cervantes, ubicado en la calle Alcalá, donde después sería ocupado por el Banco Urquijo. Esta “trouppe” de monos, muy listos y mejor entrenados, que por especial coincidencia en el vestir como los chulos de caballos, el público atribuyó en las plazas de toros el seudónimo de “monosabios”. También hubo un tiempo que se les llamó “pajaritos cardenales”, debido al tono de color de su atuendo de vestir semejante al de los cardenales de la iglesia. 

Dichos “monosabios”, son los únicos personajes, salvo los diestros, pueden pisar el redondel reglamentariamente durante la lidia. Su misión se realiza tanto en la plaza como en los corrales de las caballerizas. Muchas veces se extralimitan auxiliando oficiosamente al picador en la suerte de varas, bien conduciendo los caballos hacia el toro o bien citando a éste con el cuerpo para que se arranque y entre en la suerte, actitud bastante denostada.

Pero también estas personas desarrollan un perfil taurino y humano dentro del ruedo, donde demuestran un tesón y una abnegación que, en más de una ocasión, acuden rápidamente hasta la misma cara del toro para salvar de un derribo o carnada al picador, arriesgando sus propias vidas, y muchas otras, incluso llegan hasta suplir al espada en el quite, cuando por circunstancia de colocación o por mejor resolución se les presenten el caso.

Además de ser un auxiliar del picador en la suerte de varas, como anteriormente se detalla, en muchísimas ocasiones actúan como médicos de urgencia en el ruedo, donde no pueden acceder los servicios sanitarios estando el toro en la arena, y en la mayoría de las veces como unos improvisados camilleros sin camilla.

Tal vez su vestimenta no sea la más vistosa o adecuada como la que lucen los toreros, lo importante es que hagan bien su trabajo de monosabios y menos el de “chulos”. 

Destacaremos que, entre ellos, han salido grandes profesionales del toreo, como fueron los hermanos Basilio y Fausto Barajas, ambos nacidos en Madrid, años 1881 y 1902, respectivamente, uno fue rejoneador y el otro matador de toros. Como también Felipe García, nacido en Getafe (Madrid), año 1909, el que resultaría después ser un magnífico picador.

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