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Jorge Castillo, Premio Nacional de Arte Gráfico

Castillo - Pilar Corredoira
photo_camera Castillo - Pilar Corredoira

La Calcografía Nacional ha otorgado a Jorge Castillo (Pontevedra,1933), el Premio Nacional de Arte Gráfico 2023, estimación oportuna y esperada que reconoce su labor en el campo del grabado, intensificada esa faceta especialmente en Suiza y Alemania entre los años 65 y 75. Ampliada a lo largo del tiempo por medio de numerosas series y colecciones, supone para el autor una acción prioritaria e íntimamente ligada a su producción pictórica, dibujística y escultórica. Coincidiendo con el galardón, el Museo de la Academia ha programado una exposición que parte de una seleccionada colección de obra gráfica constituida por cuatro planchas, dos carpetas y cuarenta estampas. Por fortuna, la vinculación de Castillo con la histórica institución dependiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se prolongará en el tiempo, pues en sus fondos se integrará un extraordinario conjunto formado por 200 grabados y 35 planchas, donado por Marienza Binetti y Jorge Castillo, sumándose esta colección a las de otros museos y fundaciones nacionales e internacionales que atesoran su obra. Supone, a tal efecto, la legitimación histórica que merece esa parte de su producción asentada en la segunda mitad del siglo pasado, y que el artista revitaliza por momentos, gracias a su capacidad creadora y energía ilimitada. 

La exposición se añade a las grandes muestras dedicadas a ensalzar la labor grabadora de Castillo que tuvieron lugar en los comienzos de la década de los setenta, planteadas con adelantada visión por sus organizadores. De esa recopilación se ocuparon en 1971 el Museé d´Art et Histoire de Friburgo y en 1973 la Kestner- Gesellchaft de Hannover que planearon sendas exposiciones con textos introductorios de Charles Georg y Wieland Schmidt. Años después, en 1999 el historiador alemán Sepp Hiekisch Picard, conservador del Bochum Museum y estudioso de la obra gráfica de Castillo resumía certeramente sus valores y aludía al papel del grabado como verdadero catalizador entre la pintura, el dibujo y la escultura, con la línea siempre precisa y pura, en primer término, en complicidad con el azar; todo un regalo que cumplimenta con creces la excelencia y la superioridad del dibujo.

Los primeros grabados de Castillo se concretan en 1962, cuando el artista entra en contacto en Madrid con Dimitri Papageorgus; sorprende comprobar en la casi treintena de obras fechadas en ese año como el universo de Castillo se desarrolla premonitoriamente en ese terreno. Su obra ya había sorprendido entonces a la crítica española, encabezada por José María Moreno Galván e impactada por la sorprendente originalidad de sus dibujos que además pudieron apreciarse en la Bienal de Sao Paulo de 1960; también en ese tiempo, sus poéticas y emotivas creaciones que daban vida a seres desasosegados e inquietantes, despertarán  el interés de las galerías Bodley de Nueva York, Hobbs de San Francisco, André Schoeller y Raymond Cordier de París. 

A partir de 1964 la crítica europea reconocerá sus méritos como dibujante y grabador; en ese mismo año Castillo recibe el Premio de Dibujo de Darmstadt y el galerista suizo Jan Krugier se encarga con gran percepción de fundir en bronce las primeras esculturas y editar algunas series de obra gráfica, aguatintas, aguafuertes y puntas secas, generalmente de temática circense y personajes aislados, asuntos frecuentes en su ideario. Asimismo en 1965 el Musée d'Art et Histoire de Fribourg edita la serie de litografías “Le Bourreau” y en los siguientes meses, el artista se encargará de llevar a cabo “Palomares”, un álbum compuesto por 10 litografías que se imprimen en el taller barcelonés de José Torrent, sobre las impresiones causadas por el accidente entre dos aviones norteamericanos en el cielo almeriense de Palomares, efectos que confluyen en el “Triptico Palomares” (1967), pieza seleccionada por los organizadores de la Documenta IV de Kassel (1968) y expuesta en un espacio individual; la pintura de grandes dimensiones ya adelanta transformaciones estilísticas que estarán presentes en siguientes realizaciones. Y la actividad continuada en el campo del grabado le abre a Castillo nuevas puertas; entre 1968 y 1970 emprenderá una valiosa producción vinculada al Centre Genevois de la Gravure Contemporaine, dirigido por Daniel Livorne y más de 200 grabados, aguafuertes, litografías, xilografías, técnicas mixtas de diferentes formatos salen de aquellos talleres. De nuevo, la primacía de la línea, guía y testigo de las numerosas incorporaciones que se insertan en planchas y superficies, se alía con la madurez técnica, promoviendo múltiples formas y la complejidad estilística se adueña de las estampas fechadas en ese tiempo. En 1969 Castillo, invitado por el Consejo de Intercambio Académico Alemán se traslada a vivir a Berlín prologándose la estancia  hasta 1976; son años de plena inmersión en la cultura germana, de actividad, diversificada por medio de la pintura, el dibujo, el grabado, la escultura y la escenografía; es en suma, una etapa de gran significado y sólidos apoyos como el brindado por el historiador y director de la Nationalgalerie de Berlín, Werner Haftmann, de la consolidación de numerosos proyectos gráficos, entre ellos, Pornografísmo (1971), El mundo de García Lorca (1973), Tiergarten Zoo (1974), Grandes amantes (1975) y de tantos otros llevados a cabo en diferentes capitales centroeuropeas, en colaboración con las galerías Krugier, Lietzow o editados por Wiener Secession, Pantheon Presse, Verlag Manus Presse o Propyläen Verlag.  

Colecciones que abordan o tratarán en el futuro cuestiones literarias, poéticas o provenientes de su portentosa imaginación, recorren transversalmente su producción y lo harán en el transcurso de las siguientes décadas en Barcelona, Nueva York, Ibiza o Madrid. Expresan, en todo momento, la genialidad del artista capaz de integrar en su universo de formas y color la memoria de toda una vida de más de seis décadas de entera dedicación. 

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