Prisma Internacional

El futuro de Bosnia treinta años después de Dayton

Treinta años después de la firma de los Acuerdos de Dayton por los presidentes de Croacia, Serbia y Bosnia y Herzegovina, Franjo Tudman, Slobodan Milosevcic y Alija Izetbegovic, respectivamente, que pusieron fin a la guerra civil bosnia (1992-1995)  y dotaron de una frágil institucionalidad a este país, el proceso de integración de los Balcanes occidentales no ha concluido y la paz está prendida por alfileres. La crisis demográfica, con una caída decreciente de la población en casi todos los países de los Balcanes, constituye otro gran desafío del que no es ajeno Bosnia.

A merced de lo rubricado en Dayton, Bosnia y Herzegovina está dividida en dos entidades principales con autonomía política: la Federación de Bosnia y Herzegovina y la República Srpska -49% del territorio del país-. Además, existe el Distrito de Brčko, una tercera entidad autónoma con gobierno local que es administrada conjuntamente por serbios, bosnios y croatas, aunque el alcalde pertenece a la minoría serbia. También, en esta compleja arquitectura territorial y política, en la Federación, que une principalmente a bosnios musulmanes y croatas católicos, aunque oficialmente es mutiétnica, existen diez cantones con cierta autonomía. 

Sin embargo, pese a que el contenido de los acuerdos se ha aplicado en estos treinta años, la limpieza étnica ejecutada durante la guerra por los tres bandos en liza -serbios, croatas y bosnios- se ha acabado consolidando en las dos entidades que conforman Bosnia. Por ejemplo, de los 450.000 bosnios musulmanes que vivían antes de la guerra, en 1991, en el actual territorio de la República Srpska hoy apenas quedan 175.000, el 13% de la población total de este entidad política, mientras que en 1991 seguramente superaban el 30%.

Las cifras de la Federación de Bosnia y Herzegovina también indican que la población serbia ha reducido drásticamente su presencia en estos territorios y hoy apenas representa el 2,55% del censo, unos 56.550 serbios. Antes de la guerra solamente en el actual cantón de Sarajevo había más de 156.000 serbios y en Mostar, unos 23.000, habiendo descendido según el censo de 2013 a 10.000 en la capital bosnia y algo más de 4.000 en la capital de Herzegovina. En total, se estima que unos 400.000 serbios abandonaron sus casas, propiedades, tierras y pertenencias durante la guerra y nunca regresaron a los territorios en poder de los bosnios y los croatas. 

Estos datos hay que examinarlos con muchísima cautela y quizá hasta la cifras en ambos casos sean menores, toda vez que Bosnia y Herzegovina sufre una tendencia decreciente en su población, sobre todo debido a la migración hacia otras países y el notable envejecimiento operado en los últimos años; el país ha pasado de los casi 4,5 millones de 1991 hasta los 3,1 estimados en la actualidad por algunas organizaciones internacionales. 

Turbulencias internas

Aparte de estos cambios de población dramáticos, pues la mayor parte de los que fueron desplazados y expulsados de sus casas nunca han regresado a sus antiguas poblaciones, ciudades y pueblos, las campañas de limpieza étnica han alterado el primigenio espíritu bosnio, como síntesis urbana de la multietnicidad, la tolerancia religiosa y el respeto a los vecinos fuera cual fuera su identidad, algo que quizá ya se ha perdido para siempre.

También en la parte serbia sigue vigente el anhelo, exacerbado por la potencia y fuerza del nacionalismo más radical, de integrar algún día a la República Srpska en Serbia o que el territorio sea anexionado por la madre patria, en una versión balcánica del “anschluss" por el que Hitler se anexionó Austria en 1938. Precisamente, esta ansia secesionista fue la que impulso a los dos máximos líderes de los serbios de Bosnia, el jefe político Radovan Karadzic y el militar Ratko Mladic, a fundar la República Srpska, en 1992, provocando, con ello, el comienzo de la guerra civil. Siguiendo esa estela, el máximo líder de los serbobosnios y ex presidente de la República Srpska, Milorad Dodik, lleva años clamando contra el Estado bosnio, al que no le reconoce su legitimidad, y sigue apostando por la vía separatista para la República Srpska. Dodik, que por cierto es íntimo amigo del presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, y del ruso, Vladimir Putin, llegó a minimizar la matanza de Srebrenica, asegurando que “nadie niega que en Srebrenica ocurrió un crimen, pero no un genocidio, como insiste con persistencia Sarajevo”.

Solamente la presión de la comunidad internacional, pero especialmente de la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos, ha permitido sortear este “obstáculo” y evitar que la deriva serbia fuera a mayores, es decir, hacia la autodeterminación de los serbios de Bosnia. Lograr la paz definitiva en esta región pasa, definitivamente, por la integración de los Balcanes occidentales en la UE. En lo que respecta a la OTAN, conviene recordar que  Albania, Bulgaria, Croacia, Macedonia del Norte, Montenegro y Eslovenia ya son miembros de pleno derecho de esta organización y participan satisfactoriamente en las misiones de la misma. Pero este proceso de construcción de un marco de seguridad, estabilidad y desarrollo para esta región pasa necesariamente por la definitiva inclusión de Albania, Macedonia del Norte, Kosovo -todavía no  reconocido como Estado por muchos países-, Montenegro, Serbia y, por supuesto, Bosnia y Herzegovina, en la UE, desterrando para siempre las tendencias centrifugas, aunque la pertenencia a esta organización, como se ha visto en el caso español con Cataluña, no es tampoco el antídoto para evitar las mismas.