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Eugenio Granell: prensa y surrealismo

La trayectoria de Eugenio Granell (A Coruña, 1912- Madrid, 2001) abarca más de medio siglo de actividad creadora, un periplo vital marcado por encuentros y acontecimientos excepcionales que le permitieron profundizar en culturas tan enigmáticas y fascinantes como las de las islas caribeñas, mitificadas y adoradas por los surrealistas europeos. Su labor diversificada en distintos campos de acción que van de la literatura a la pintura, la música o la docencia determinó su posición de privilegio en el surrealismo histórico de raíces hispánicas.

Granell se expresó desde la literatura a edad temprana; en los primeros años de la década de los treinta inicia una serie de actividades literarias que cristalizaron en proyectos editoriales y en colaboraciones en revistas como La Nueva España, Leviatán o PAN. El exilio le lleva a Francia y después de una corta estancia en París donde se encuentra con Benjamin Peret y Wifredo Lam, en Le Havre tomará un vapor con destino al continente americano. En esos días había conocido a la que será su mujer Amparo Segarra y ambos compartirán travesía en el buque que tenía como destino  Chile; debido a una serie de contratiempos el itinerario cambia y los viajeros lograrán llegar a República Dominicana, donde Granell inicia con su nueva familia una etapa marcada por la incesante labor profesional; imparte clases de música, diseña muebles y retoma su faceta periodística colaborando en el diario La Nación. En 1941 entrevista para las páginas del periódico a André Breton que acababa de llegar a Santo Domingo procedente de Martinica acompañado de Victor Serge y André Masson y cuyo encuentro marcará en adelante el rumbo de la obra de Granell; entre ellos se inicia una profunda amistad que perdurará en el tiempo y que ha quedado reflejada en la correspondencia que guarda la Fundación Granell de Santiago de Compostela. 

En los comienzos de la década de los cuarenta, Granell realiza las primeras pinturas bajo los postulados del surrealismo, a la vez que buena parte de sus esfuerzos intelectuales se dirigen a potenciar y difundir los principios del movimiento. En ese aspecto fue determinante la situación propiciada en ese paraíso isleño, espacio tropical impregnado por el mestizaje de culturas primitivas, cargado de mitologías, y que fue el lugar de acogida para un buen número de artistas y poetas que huían de Europa por las condiciones políticas adversas. En esas circunstancias excepcionales salen a la luz obras claves de esa época, entre ellas “Cahier d'un retour au pays natal”, de Aimée Cesaire, que escribe en Martinica; también Wifredo Lam estaba llevando a cabo una serie de pinturas de fuerte contenido racial que finalizará en Cuba. Y en 1948 verá la luz el bellísimo libro “Martinique Charmeuse des Serpents”, pieza maestra de Breton que fascinará a Granell y al que rendirá homenaje en 1953, ya instalado en Puerto Rico, con una creación excepcional “Isla cofre mítico” .

Mientras tanto, en Santo Domingo, el artista se dispone a cofundar en 1943 la revista La Poesía Sorprendida al lado del poeta chileno Alberto Baeza Flores y los dominicanos Freddy Gatón y Mariano Lebron Saviñon. Y desde los primeros números la revista hace gala de una exquisita calidad -hoy es citada como una de las más importantes publicaciones de la literatura hispanoamericana del siglo XX- y en ella escribieron Paul Êluard, Antonin Artaud, René Crevel y Juan Ramón Jiménez. Algunos de los artículos publicados trataron sobre el surrealismo, y la revista estableció relaciones con otras similares del continente americano, entre ellas Orígenes que dirigía José Lezama Lima, la mexicana La Espiga, o El Correo Literario impulsada en Buenos Aires por Luis Seoane, Arturo Cuadrado y Lorenzo Varela. El papel desempeñado por Granell en La Poesía Sorprendida fue fundamental y no solo como codirector sino por la personal impronta al mostrar en diferentes ocasiones viñetas e ilustraciones de su autoría para el suplemento “El Hombre Verde”. En Guatemala, siguiente destino del artista, continuó vinculado a la prensa escrita, trabajando en el periódico “Mediodía” y en revistas literarias que se publicaban en el país guatemalteco. La intensa actividad periodística  durante la década vivida en los dos países, República Dominicana y Guatemala constituyó, según sus declaraciones publicadas en “La pintura surrealista española” (1986), una de las principales fuentes de ingresos que compagina con la creación de su obra personal.