"La raíz convivencial de su poesía -escribió el crítico Florencio Martínez Ruiz- hace criaturas de su amor a esos seres y a esas cosas desconocidas que surgen y se engallan con alma propia, con latido humano y bullante, como algo vivo y doloroso". Así era y es la poesía de Eladio Cabañero, el poeta manchego que murió en Madrid hace ya tiempo. Venía de los paisajes desolados de la posguerra civil española, del mundo grisáceo del sufrimiento. Su padre fue fusilado por los vencedores de aquella trágica contienda; su madre, tan preocupada siempre por la suerte que pudiera correr su hijo, era toda bondad y penuria. Pero en el alma de aquel muchacho desgarbado comenzó a brotar la poesía con fuerza y originalidad sorprendente. La "Ortografía" o "Gramática" -no recuerdo con precisión- de Miranda Podadera, fue su primer libro de aprendizaje. El campo y el pueblo fueron toda su universidad.
"Aquel invierno estuvo sarmentado/la viña de mi abuelo, Eladio López,/ el que volvía del campo sin camisa/ y sin blusa por dar a los mendigos,/ pues él creía que el hombre bien merece/ ser hermano del hombre, no otra cosa". Son versos de Eladio Cabañero escritos ya desde la distancia, cuando se trasladó a Madrid para trabajar en la Biblioteca Nacional. Versos de su libro "Recordatorio", uno de los cuatro que forman su bibliografía. Posiblemente el mejor. Obra escasa para tantas vivencias, le recordé, amistosa-mente, en más de una ocasión. Y esta era su respuesta: "Como nadie me mandó que escribiera, tengo derecho a dejarlo cuando me parezca. Además, mi ciclo literario está completamente cerrado". Hace de esto más de treinta años y nunca se arrepintió de tomar esa decisión. Pero sus cuatro libros -también debemos tener en cuenta sus trabajos en prosa- han sido suficientes para darse entero a sus lectores.
Eladio Cabañero nació en Tomelloso, provincia de Ciudad Real. Fuimos amigos desde la adolescencia. Accésit al Adonais, Premio Nacional de Poesía y de la Crítica. Publicó los libros siguientes: "Desde el sol y la anchura", "Recordatorio", "Una señal de amor" y "Marisa Sabia y otros poemas", todos ellos de una gran elevación lírica. En "Marisa Sabia y otros poemas", publicado en 1963, escribió al comienzo del volumen: "A cántaros se han hecho los mares para un niño;/ con los besos no dados el amor verdadero". Más bien, habría que decir, del desamor, de las contrariedades del corazón herido por tanta desazón acumulada. "Invitado de honor de los recuerdos,/ ahora sufro la pena de elevarme/ cerca ya de los techos del olvido,/ muriéndome en silencio, en soledad". El amor como pena y elevación suprema.
Junto a Juan Alcaide y Ángel Crespo, Eladio Cabañero ha sido el poeta más entrañablemente manchego. Más próximo al pueblo y su circunstancia. Palabras encendidas por el sol de la llanura, por las refulgencias del paisaje: "Se está poniendo el sol de Otoño, lento/ y en el haza hacen sombra los terrones;/ cantan los que trabajan, ay, canciones/ que por lo bajo canta el pensamiento". Se comentó en los años cincuenta, los de su llegada a Madrid, que se trataba de un caso parecido al de Miguel Hernández. Cabañero también venía del campo, de los oficios más humildes. Pero Eladio no quería ser objeto de comparaciones, incluso siendo tan halagüeñas, murió el último del siglo veinte. Inolvidables los años que estuvimos juntos en "La Estafeta Literaria", la mejor revista cultural del último medio siglo. Fue enterrado en Tomelloso como Hijo Predilecto de la ciudad, tras recibir la Medalla de Oro concedida por el municipio.
La muerte de Eladio Cabañero me trajo a la memoria muchos recuerdos acumulados. Las tertulias literarias de Madrid, con Gerardo Diego, Antonio Buero Vallejo, José García Nieto, Ramón de Garciasol y tantos otros ilustres escritores. Tertulias celebradas en el Café Gijón, en el Ateneo, en el antiguo Instituto de Cultura Hispánica, a las que llevé, cuando viajaban a la capital de España, a narradores mexicanos como Agustín Yáñez. Con Eladio Cabañero siempre había que hablar de poesía, de los poetas de nuestra generación, la del 50, de los movimientos literarios y filosóficos que llegaban del centro de Europa y de América.