Importante conferencia dictada ayer por el profesor Diego Gracia en el marco incomparable de la Academia de Historia. Tuvimos ocasión de conocer la evolución intelectual de Pedro Laín desde que, siendo muy joven, asistió en Valencia a unos ejercicios espirituales con el franciscano padre Torró, luego vilmente asesinado por las hordas rojas. Habiendo entonces terminado las carreras de química y medicina, decidió dedicarse a la filosofía en un momento en que estalló la rebelión y la vida académica quedó truncada. Laín salió de España por el cantábrico para llegar a Pamplona, zona nacional, atravesando los Pirineos. Su posterior traslado al Burgos de ‘Los Laínes y los Tovares’, en feliz expresión de Umbral, marcó su devenir profesional.
Ferviente católico, quedó influenciado por las ideas de Max Scheler en dos aspectos que marcarían su evolución ideológica. Por una parte la revisión exegética del Nuevo Testamento reinterpretando el concepto de ‘agape’ y por otra su teoría de los valores y la jerarquía de estos. Laín llegó a Scheler a través de Ortega, el gran estudioso de la fenomenología scheleriana. Gracia leyó textos del propio Ortega y de José Antonio donde se ve reflejada esta visión antropológica. En 1937, Franco estableció el Decreto de Unificación entre Falangistas y Tradicionalistas, lo que produjo la temprana quiebra de Laín con Burgos al sentirse, él y su grupo, muy alejados de las ideas de la Comunidad Tradicionalista del carlismo. Intentaron desde dentro imponer su visión a la que llamaron ‘un guetto al revés’, cierto que con escaso éxito, lo que les llevó a un progresivo alejamiento y ruptura en los años 50, cuyo máximo exponente fue la actitud de Dionisio Ridruejo.
Esta fue la parte mollar de la conferencia de Diego Gracia, que fue alumno cercano a don Pedro y heredero de muchas de sus ideas. Dio tiempo, no obstante, a que hiciera una trayectoria a vista de águila de la larga vida intelectual de Laín hasta su fallecimiento. Hay una secuencia de pensadores Heidegger, Scheler, Husserl, Wojtyla, Ortega, Zubiri, Laín y Gracia, que este último mantiene viva. Uno trata de ponerse a rebufo de estos gigantes del pensamiento.