Disquisiciones

Disquisiciones

El ejercicio de la escritura me ha llevado a escudriñar la poesía, aquella que expresa sencillez al tiempo que armonía para lograr lo que pretende quien la crea. Dijo Nicolás Gómez Dávila “La frase debe tener la dureza de la piedra y el temblor de la rama” (Escolios), porque la magia de la palabra cautiva, deja huella y atrapa. 

La poesía es un ramillete hermoso de versos con aroma de letras bordadas llenas de sentimiento. Una bella sinfonía de luz y cantos de escritura, como evocación inmaculada de coros celestiales y suspiros del alma. Grafos como relámpagos que iluminan la rúbrica de lo vivido. Letras que dejan escuchar la tempestad del corazón en el silencio de noches con pan de luna. Renglones de fogata en pupilas que mantienen entre sombras paisajes dormidos en la memoria, un espejo azul con aguas del recuerdo, sonrisas que aparecen con la eclosión del amanecer o de tardes bellas y doradas entre juncales verdes. 

Palabras con la dulzura de versos que parecen aves que susurran y con sus plumajes coloridos toman vuelo por la ruta de recuerdos, ilusiones y repasos de vida. Pensamientos brillantes como oro, sentimientos develados en arenas blancas, voces entre olores de yerbabuena, frutas dulces y miel de caña. Versos como gemas guardadas en rocas inexplotadas que forman un eco que silba suavemente entre pétalos hermosos de creación literaria. Un acorde de flautas de amor y dulzura que deja un cielo de sentimientos y palabras.  

Recientemente, la Academia Boyacense de la Lengua, filial de la Casa Nacional de Letras en Colombia, correspondiente de la Real Academia Española, finalizó sus labores del 2024 y entregó el reconocimiento como nueva integrante a Doña María Clara Ospina Hernández, una mente creadora de valiosos quilates recogidos en sus libros “El vitral de las palabras”, “lunas rotas”, entre algunas de sus publicaciones.

Un gran acierto, en cuanto "la señora de la palabra" se distingue por su poesía exquisita y letras que bordean su alma viajera, sentimiento romántico y denuncia social. Una filigrana propia de quien vive, escribe, imagina y nos lleva por escenarios que constituyen la verdadera poesía. 

De Doña María Clara Ospina Hernández, connotados académicos han referido que “cuenta acontecimientos que estremecen su alma, la obnubilan y asombran, y reflexiona sobre el don maravilloso de vivir, con sus colores y sombras, sus duelos y quebrantos, pero sobre todo con una fosforescente búsqueda de la felicidad” (José Luis Díaz-Granados); “Su poesía es directa e irónica sobre sí misma, aún cree en la sinceridad emotiva y en el poder indeclinable de la música, que más allá de las máscaras realiza su obra de artesano medieval. Un vitral por donde fluyen figuras reales y luces de color devoto” (Juan Gustavo Cobo Borda); “Es la voz de la poeta que nació entre orquídeas y recordaba a las que vinieron de Antioquia y terminaron su heroico revoloteo en la sabana de Bogotá” (Alberto Casas Santamaría). 

Felicitaciones, Doña María Clara Ospina Hernández.