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Dalí, Santiago el Grande y el Camino

“Santiago el Grande” (1957), es una pintura de Salvador Dalí, de considerables dimensiones que forma parte de las colecciones de la Beaverbrook Art Gallery, de la ciudad canadiense de Fredericton (New Brunswick). Adquirida por Lady Dunn, filántropa de origen inglés, viuda del empresario, James Hamet Dunn, finalmente sería donada a esa institución artística. En ella se integran parte de los asuntos que en aquellos años inquietaban a Dalí y sobre los que había investigado de un modo exhaustivo y hasta obsesivo. Esas cuestiones vienen a sumarse al  núcleo principal de su universo creativo, o daliniano. La obra se incluye dentro de la etapa denominada “místico-nuclear”, que el artista inicia a mediados de los años cuarenta. Ese interés tiene que ver con un acontecimiento dramático que sobrecoge a la sociedad  internacional en agosto de 1945: los bombardeos atómicos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Ese hecho, le impresiona de tal modo que tendrá consecuencias en su obra, efectos en su pensamiento y en los planteamientos iconográficos que otorgará a su pintura. Años después, le confesaría a André Parinaud: “La explosión atómica me había estremecido sísmicamente. Desde aquel momento, el átomo fue mi tema de reflexión preferido“. 

Aparte de aspectos formales y estéticos, Dalí acostumbraba a seguir los avances de la ciencia; leía “Scientific American” y “Nature“ y estrechaba lazos con los investigadores; conocía los descubrimientos de James Watson y Francis Click sobre la estructura del ADN, la doble hélice, cuestión que le fascina y traslada a sus obras. La psicología, la física nuclear, la biología o las matemáticas, objeto de máximo interés, se incorporan a su ideario temático de índole religioso-místico. Siendo muy joven Dalí ya sentía una viva curiosidad por las cuestiones  científicas que pasan a formar parte de sus conocimientos; posteriormente, establecerá  relaciones entre la ciencia, la religión y el arte. Esas materias  seguirán presentes en su pensamiento, se verán reflejadas en su ”Manifiesto Místico” (1951) en el que alude claramente a la relación ciencia-religión, un concepto que desarrollará a su modo y cuyos resultados se verán plasmados en su pintura.

“Santiago el Grande“ se sitúa en ese momento, “místico-nuclear”; un periodo creativo, el de la década de los cincuenta que dará extraordinarios resultados. Son tiempos en los que se inclina por el clasicismo renacentista, ahonda en la obra de Rafael, y se vuelca en la temática religiosa, interpretada desde los nuevos hallazgos científicos, partiendo de sus obsesiones,  iconográficamente representadas. Cabe citar entre las obras realizadas  en ese periodo, “La Madonna de Port Lligat” (1951), ”Corpus Hipercubus”, (1954), o, “La Última Cena“ (1955). En ellas, traslada el sentimiento místico-religioso y hasta su fuerte sentimiento patriótico a las composiciones marcadas por la geometría. En este último aspecto la estructura de esa obra es poderosa; Dalí  estudió a los pitagóricos, descubrió en el orden geométrico y numérico una fuente de enseñanzas que aplica a sus creaciones basando una buena parte de ellas en ambos tratados. Profundiza en los conocimientos de la “Divina Proporción” y en el transcurso de su estancia en EE.UU. mantiene una estrecha relación con Matila Ghyka, aristócrata rumano, poeta y matemático, autor de diversos estudios sobre la estética de las proporciones en la naturaleza y en las artes. Una de las primeras obras a las que aplica la “Proporción Áurea” es “Leda Atómica” (1949), pintada en base a esas pesquisas.

En “Santiago el Grande”, se manifiestan los resultados de sus indagaciones; la figura sobre el caballo, se eleva hacia el cielo en medio de una bóveda celeste nervada; porta una espada con la imagen de Cristo crucificado, en defensa simbólica del territorio, representado por el mar y las rocas de la costa de Port Lligat. Toda una iconografía de raíces hispanas inspirada en el sueño de Ramiro I y la leyenda de la Batalla de Clavijo, sustentada en los conocimientos científicos, descrita con la simbología propia. La explosión de  los cuatro pétalos de jazmín, la flor preferida de Dalí, Gala ataviada con una túnica, situada en la parte inferior derecha, o la representación de las conchas de vieira, conviven en un espacio local y universal.

Dalí sintió una especial fascinación por los temas ”xacobeos“, por la historia milenaria del Camino. Existen datos y manifestaciones escritas acerca del fuerte deseo de peregrinar a  Compostela, que llevaría a cabo siguiendo las indicaciones de la Vía Láctea. También John Lennon quiso realizar ese itinerario junto a Salvador Dalí. No llegaron a materializar el sorprendente proyecto en el que el artista encabezaría la singular aventura: “Si bien puse en órbita a Santiago, jamás me moví del centro de lanzamiento, para peregrinar hasta él. Lo voy a hacer bien cuando me ponga al frente de cien hippies y convertirlos a la religión católica, apostólica y romana. Para ello mantengo contacto con John Lennon que desea participar en la organización“. Me hubiese encantado asistir a esa peregrinación daliniana; por fortuna, queda constancia de la intención.

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