En mi artículo de hace 15 días hablaba de China en silencio y de un Donald Trump ansioso por volver a poner al mundo a bailar al ritmo de su tambor. No pasó ni un día y ya lo teníamos: la Casa Blanca había oficializado el uso de la fuerza militar para combatir a los cárteles de la droga en el extranjero. La orden, firmada en secreto y revelada por The New York Times, da al Pentágono luz verde para intervenir con tropas en otros países y en sus aguas territoriales contra aquellos grupos que Washington ha declarado organizaciones terroristas.
La orden de Trump no es abstracta: apunta a grupos concretos. Desde inicios del año, Estados Unidos designó como organizaciones terroristas a Tren de Aragua, al Cartel de los Soles y a otras bandas mexicanas, incluida el cártel de Sinaloa. El objetivo, según fuentes del Pentágono, es que los militares dejen de ser meros observadores y pasen a la ofensiva para frenar el flujo de drogas, en especial el fentanilo.
Algunos dirán que exagero, pero esta escalada era previsible. Las campañas republicanas llevan meses insistiendo en etiquetar a los cárteles como terroristas y en “bombardear laboratorios” dentro de México. Hoy la directiva ya es oficial y contempla operaciones en el extranjero. ¿Y qué hace el Gobierno mexicano? La presidenta Claudia Sheinbaum ha trazado una línea: cooperación sí, pero intervención militar no. En Washington, mientras tanto, se filtran listas de personas que supuestamente tienen vínculos con los cárteles para incorporarlos a la lista de vigilancia terroristas. La polarización está servida.
Además, el Departamento de Justicia estadounidense dobló la recompensa por la captura de Nicolás Maduro, de 25 a 50 millones de dólares. La fiscal general, Pam Bondi, acusó al presidente venezolano de colaborar con bandas como el Tren de Aragua y el cártel de Sinaloa y de ser “uno de los mayores narcotraficantes del mundo”. Washington asegura que se han incautado toneladas de cocaína vinculadas a Maduro y lo señala como líder del Cartel de los Soles. La respuesta de Caracas no se hizo esperar: calificó la medida como una “cortina de humo ridícula”.
La escalada no se queda en palabras. Medios europeos reportan que Estados Unidos ha reforzado su presencia militar en el Caribe con tres buques y más de 4 000 soldados. Según fuentes de defensa citadas en CNN, la operación incluye un submarino nuclear, aviones de reconocimiento P-8 Poseidon, varios destructores y un barco de guerra equipado con misiles. El objetivo declarado: frenar el tráfico de drogas.
La Casa Blanca vincula directamente al régimen de Maduro con el narcotráfico, el mundo tiembla, y no solo por Venezuela. Mientras Estados Unidos envía destructores al Caribe, la guerra en Ucrania sigue desangrando Europa, las muertes de periodistas y niños en Gaza apenas generan titulares. La decisión de Washington podría desviar los reflectores de Putin y de la tragedia en Oriente Medio para ponerlos en América del Sur, donde la mezcla de sanciones, recompensas y movimientos navales recuerda los días más oscuros de la Guerra Fría.
La pregunta es inevitable: ¿estamos a las puertas de un nuevo frente militar en el continente americano? La orden de Trump permite acciones directas, pero necesita autorización del Congreso para desplegar soldados en guerra. Aun así, la presencia de buques y submarinos cerca de las aguas venezolanas envía un mensaje intimidante. No olvidemos que el Cartel de Sinaloa, el Tren de Aragua y el Cartel de los Soles son organizaciones criminales transnacionales que actúan en varios países; atacarlas militarmente sin acuerdos regionales podría generar un efecto dominó, arrastrando a Colombia, Perú, México y Centroamérica a un conflicto mayor.
Por si fuera poco, la subida de la recompensa de Maduro se produce en paralelo a aumentos de recompensas de capos mexicanos. Varios medios han reportado cifras inéditas para dirigentes del Cártel Jalisco Nueva Generación y del propio Cartel de Sinaloa. La política de “cazar cabecillas” se intensifica.
-El tablero geopolítico se multiplica en crisis y la tentación de mirar solo a un lado puede ser fatal. -
Como decía en el artículo anterior, hay gato encerrado. La historia se repite, pero las consecuencias pueden ser nuevas y peores. Por eso debemos estar atentos, denunciar las injusticias vengan de donde vengan y exigir soluciones que pongan la vida y la dignidad por encima de la propaganda y la geopolítica. Mientras tanto, el mundo sigue ardiendo.