Prisma Internacional

China en la era Trump

La cascada de errores en que ha incurrido Donald Trump desde su llegada a la Casa Blanca impulsará a China como un actor de primer orden en la escena internacional más allá de lo que ya era, un efecto paradójico e inesperado de la actual deriva en la política exterior norteamericana.

En la nueva era en la que nos adentramos, caracterizada por la guerra de los aranceles comenzada por la administración norteamericana capitaneada por Donald Trump y la incertidumbre, el papel de China en el mundo de lejos de erosionarse en la escena global, como les hubiera gustado a los halcones del presidente, cobra más fuerza y protagonismo que nunca. Si los Estados Unidos cierran sus mercados a los productos de otros países, ¿qué esperaban que el resto del mundo se iba a quedar con los brazos cruzados y dejara de comerciar?

Aparte de que el resultado para Estados Unidos está siendo desastroso en términos de prestigio, pues el dólar no deja de perder valor y cada vez se cuestiona más su papel como patrón de cambio en las transacciones internacionales, las bolsas se hunden sin control y la pérdida de confianza en los Estados Unidos como un actor y socio fiable  se ha hundido en apenas semanas, ¡esto es un caos incontrolable! Son ya muchos los que piensan que el presidente Trump se verá obligado a recular en julio y cancelar muchos de los aranceles previstos en aras de evitar una colisión mayor con la cruda realidad. Esto ya no es un país líder, sino el camarote de los hermanos Marx.

El presidente del Instituto Peterson de Economía Internacional, Adam Posen, considera que la batalla de los Estados Unidos contra China está definitivamente perdida a priori y sin entrar en batalla siquiera. Poseen, a diferencia del cenáculo que rodea a Trump, considera que “es China quien domina la escalada en esta guerra comercial. Estados Unidos recibe bienes vitales de China que no pueden ser sustituidos a corto plazo o fabricados en el país a un coste que no sea prohibitivo. Reducir esa dependencia con China puede ser una razón para actuar, pero librar la guerra actual antes de hacerlo es una receta para una derrota casi segura, con un coste enorme. O dicho en términos de Bessent: Washington, y no Pekín, está apostando todo a una mano perdedora”, sostiene en un artículo titulado Las guerras comerciales son fáciles de perder y citado por el diario madrileño El País.

Además, el clima creado por Trump es pésimo para las empresas, tanto norteamericanas como foráneas, y ya nadie ya sabe a ciencia cierta la cuantía de los aranceles que supuestamente se van a imponer que varían en función del humor del máximo líder y que han ido cambiando su porcentaje en cuestión de días e incluso horas. Mientras Estados Unidos arrastra desde la llegada de Trump una crisis de confianza, China aparece como un socio mucho más fiable en la escena internacional y pisa con fuerza en los mercados de África, Asia y América Latina, pero también de muchos de Europa, como es el caso de Hungría, Serbia y otros países de los Balcanes.

Si Estados Unidos insiste en el proteccionismo y en minar el libre comercio que hasta ahora regía en las relaciones económicas internacionales, es más que seguro que en apenas unos años, quizá meses, su hegemonía sea puesta en entredicho por China ¡y atentos! que también aterriza India con fuerza, determinación  y empuje en la escena global. No se entiende cómo gente versada y conocedora de las relaciones internacionales y la interrelación de las mismas con la economía global, como es el caso del secretario de Estado, Marco Rubio, no le explica al presidente Trump cómo funcionan y operan estas cosas. Aunque quizá el mismo Rubio, presa de la montaña rusa que se vive en el día a día en la Casa Blanca, también se mantiene en la zozobra, como lo expresaba su cara el día de la bronca a Zelenski en el despacho oval, y su patente falta de autoridad, tal como se revela en el hecho que Trump tiene varios enviados especiales para determinados conflictos que despachan directamente con él sin darle cuenta a su canciller, ya sabe que su campo de acción es bien limitado ante el torbellino provocado por su jefe.