Conciencia histórica y memoria de los relatos

La camisa del hombre feliz

La Sanidad y la Educación siguen siendo dos pilares fundamentales en los que se evidencia el progreso de un país, y, en este sentido es en el que la política ha de estar  vigilante para mantener niveles que satisfagan las necesidades del pueblo.

Es importante apoyar la formación de asociaciones y plataformas que sirvan de colaboración a tan difícil tarea; si bien sus conclusiones han de ser reflejo de la realidad evitando divulgar opiniones dudosamente sostenibles.

Como médico que ha ejercido neurología y psiquiatría durante más de medio siglo, sigo con interés algunos de los cambios acontecidos a lo largo del tiempo. 

Hace meses, (25.10.23), en la publicación: IM/Médico, en Política Sanitaria. Psiquiatría./ Medio acreditado para la innovación médica. Rev nº 64. Apareció la siguiente nota informativa:

“El Derecho se moviliza para intentar proscribir los ingresos involuntarios en psiquiatría”

La plataforma de la Confederación Salud Mental España expuso que “Tratamientos e ingresos involuntarios en salud mental son una lacra social que supone la persistencia de ingresos forzados y castigos de aislamiento en el área de salud mental entre otras medidas que vulneran los derechos humanos”.

Uno de los participantes,( N.G.Z.) lamentó que “en el país todavía se realicen ingresos no deseados y sin consentimiento, situaciones de discriminación por trastorno mental y discapacidad, además de contenciones físicas y químicas, técnicas electroconvulsivas y psicocirugías más o menos radicales, con y sin permiso de los familiares”.Pidió tambien, sacar del ordenamiento jurídico todas esas prácticas después de definir bien cuando se puede privar de libertad o se actúa así ante urgencias vitales, al existir medidas alternativas a la coerción y sin que supongan tortura o castigo.

Otro asistente, (L.C.P) mostró mayor prudencia acerca de este grave asunto, recomendando que “hay que respaldarlo con evidencia científica y argumentación legal”

Colaboraron también en el coloquio, tres juristas (I.M.E., R.A. y M.C.B), que hablaron del derecho para las personas con discapacidad intelectual o psicosocial para las que hasta ahora no se ha conseguido mejorar la protección, al persistir una “mentalidad paternalista.”

Cabe resaltar, por lo expuesto, que la Confederación de “Salud Mental” se hace eco de algunas aseveraciones que resultan acusatorias hacia la práctica psiquiátrica, dando por entendido que cualquiera que se queje de no sentirse sano emocional o mentalmente corre el riesgo de ser llevado a un servicio de psiquiatría donde puede ser sometido a la “contención física o farmacológica”.

Por todo ello, la noticia, tal como está publicada, exige una aclaración de intenciones, ya que no es admisible, ni siquiera como sospecha, considerar que el ejercicio clínico en psiquiatría tenga nada que ver con prácticas proclives a la violencia, al maltrato o a la exclusión, cuando la historia de la psiquiatría está fundamentada desde siempre en la aspiración de liberar al enfermo de la superstición, curarlo o mejorarle de sus sufrimientos.

Contrasta el mensaje acusatorio de los participantes ,atribuible a una mentalidad “paternalista”, lo que parece ser causa suficiente para eximirles de evidencia o prueba demostrables de tales acusaciones, al tiempo que se ofrecen a proporcionar “medidas alternativas” a los nocivos tratamientos, aunque, es de tener en cuenta la prudente advertencia de uno de los participantes (LCP), recomendando la necesidad de un respaldo con evidencia científica y argumentación legal lo que confiere a la reunión cierto sentido.

Ante estas circunstancias, resulta inevitable analizar y valorar los criterios en los que se basa la Confederación de Salud Mental para a atribuir violencia o maltrato a los tratamientos en uso dentro de la clínica psiquiátrica, y,si, en definitiva, el término Salud Mental, confiere autoridad científica suficiente para este tipo de juicios, y cuales son sus fines, y sus límites de intervención.

Porque, en definitiva ¿qué ha de entenderse por Salud Mental?, pues el concepto mismo, por su carácter abstracto e inabarcable, no pasa de ser otra cosa que la representación de una aspiración general, un anhelo supremo, algo difícil de definir. Cabrera Forneiro, J. en su libro, “La salud mental de los políticos,” (Kaleidom.2007), atiende a la OMS, para la que la Salud en general es: “un estado de completo bienestar físico, psíquico y social que un individuo tiene”. Y respecto a la “salud Mental,” a Menninger: que la define como “la adaptación de los seres humanos al mundo y a los otros, con el máximo de eficacia y de felicidad”, y a la que tratando de ampliar los calificativos, la Federación Mundial de la Salud Mundial de la Salud Mental, añade:que “la salud mental sería el mejor estado posible dentro de las condiciones existentes”

Es decir: imprecisiones, ya que ninguna de las descripciones especifican sus medios y sus verdaderos fines, no distinguiendo bien donde surgen las causas y los vacíos, si en las situaciones humanas, familiares, problemas laborales etc, que derivan en“trastornos” emocionales, desánimos, tristezas y no propiamente  en “enfermedades” psiquiátricas, que requieran internamiento alguno. Aunque, ciertamente, puede darse la circunstancia que el psiquiatra, en casos como los descritos, opte por prestar apoyo psicoterapéutico o utilice como apoyo bajas dosis de ansiolíticos o antidepresivos. 

Esto es prioritario, diferenciar y distinguir, sin tentaciones demagógicas, donde empieza la misión y la labor de la Confederación de Salud Mental y cual es la doctrina y la práctica de la psiquiatría, ya que relegar estos asuntos a un lenguaje coloquial conlleva el riesgo de incurrir en intercadencias, no raramente a favor de campañas con “preludio”. 

No dudo que la Confederación tiene entre sus componentes, quienes conocen y valoran el  laborioso viaje de la psiquiatría científica, desde Pinel y Kraepelin hasta nuestros días, que conocen el largo viaje de la investigación psicofarmacología, que no subestiman los resultados de los tratamientos electroconvulsivos, cuyos resultados son constatables en las publicaciones y las ponencias de congresos, (Vallejo Ruilova/ Rojo Rodés. “Terapia electroconvulsiva”. Salvat. Barcelona. 1994) que no dan la espalda a los progresos en neurocirugía, que delimitan y valoran las distintas formas de psicoterapia oficialmente reconocidas, al margen de “terapias profanas” y “masajes” sociales tan generalizados como inútiles.

La Confederación, en favor de los que sufren “trastornos emocionales” o psiquiátricos, hará bien en conocer la realidad de las dolencias y en colaborar con los psiquiatras, tan hostigados en los últimos tiempos, los cuales han de sentirse justamente compensados al  ser valorados con el respeto que merecen.

Eliminada cualquier forma de sospecha u hostilidad, y dentro de un ambiente de franca colaboración, el beneficio mayor ha de redundar en el sufriente, y en el enfermo, que es el que requiere atención humana y ayuda médica

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-¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre!, -dijo el hijo del zar.

-Señor- contestaron apenados los mensajeros - el hombre feliz no tiene camisa. (Tolstoi)

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